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Ya hace casi una semana que el Gobierno llevó al Congreso su plan de regeneración democrática, y aunque hemos intentado informarnos sin éxito de en qué consiste, y si hay un plan b por si acaso, la verdad es que aún no hemos entendido nada, ni qué vamos a regenerar ni cómo, salvo que se trata de un plan enormemente ambicioso. Que no sólo pretende regenerarnos (¡regenerar España!), sino combatir la desinformación y los bulos, un fenómeno planetario en el que ni tenemos competencias, ni instrumentos adecuados para el combate. Algo así como jugar al golf con mondadientes en lugar de palos. Menudo drive nos saldría, qué mierda de swing. Y cómo vas a embocar los putts con un mondadientes. Difícil, muy difícil. Sin embargo, vista la furibunda reacción de la oposición a ese plan regenerativo, con el señor Feijóo, enfadadísimo, perorando sobre la corrupción de la mujer del presidente, y exigiéndole la inmediata dimisión por su pretensión dictatorial de censurar a la prensa libre, debe tratarse de un plan importante. Total, con el regeneracionismo hemos topado, igual que en el siglo diecinueve. Porque no es la primera vez que intentamos regenerarnos, y según recuerdo de mi época escolar, el regeneracionismo fue una corriente de pensamiento, muy pesimista, que a finales del XIX y ante la decadencia de España (muy desinformada ya entonces, y saturada de bulos infames), se esforzó en regenerarlo todo. Incluyendo las extremas derechas, que esas vaya si se regeneraron. El regeneracionismo no fue un fracaso total, porque en su vertiente literaria nos dejó a la plúmbea generación del 98, pesadilla docente de todos los jovencitos aficionados a la literatura durante el siglo pasado. Yo oigo eso de plan regeneración, y enseguida se me aparecen los fantasmas polvorientos, pero solemnes y graves, casi lúgubres, de Unamuno, Azorín o Ramiro de Maetzu. No me recuperé nunca de su lectura, y eso que la compaginaba con Dumas y Jack London para mitigar su pesadez. Espero que esta nueva regeneración democrática no tenga tales efectos secundarios, y con eso me basta. Porque lo de combatir la desinformación y los bulos, en fin, que no tienen por qué preocuparse tanto nuestras derechas. Combate desigual. Y hay antecedentes históricos de que no se regenera quien quiere sino quien puede.