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Figúrense ustedes que a las puertas del infierno, además de grandes nubes de mosquitos del más allá, especialmente voraces, que ya observó Dante en su Divina comedia y cuya función obvia es ir atormentando de antemano, hubiese también una taquilla y te cobrasen caro el acceso. Increíble adelanto, pero habitual hoy en día en este mundo ¡Las almas harían cola para visitarlo, las muy mentecatas! Soportarían cualquier cosa con tal de ver a otros (a sus rivales sobre todo) más jodidos aún que ellos. Sí, abunda la gente así, y lo prueba el regocijo de nuestras derechas ante los continuos seísmos judiciales que padecemos. El Supremo, por ejemplo, en su denuncia de la ley de amnistía en el Constitucional, califica ahora de golpe de Estado el comportamiento de los líderes del procés, a los que condenó por simple sedición (delito ya inexistente) hace años. Ajuste retroactivo, podría llamarse esa figura, y también réplica sísmica. Y me acuerdo ahora de esos temblores jurídicos porque hoy es el día histórico en el que el impetuoso juez Peinado, del Juzgado de Instrucción nº 41 de Madrid, tiene citado al presidente del Gobierno para declarar como testigo del ‘caso Begoña’ (su señora), en la Moncloa, con luz, taquígrafos y cámaras que graben las imágenes y dejen constancia de la gran efemérides judicial. Este juez ve indicios de presuntos hechos acaso delictivos (noten la vaguedad de la frase), y rechazó la petición presidencial de declarar por escrito alegando que el convocado no es el presidente del Gobierno, sino el marido. Aunque en tanto que marido, la ley le exime de declarar contra su esposa. En fin, un lío jurídico de padre y muy señor mío, que nuestras exultantes derechas eluden asegurando a diario, desde hace meses, que tanto el presidente como el marido de la investigada, y por supuesto ella, son unos corruptos de tomo y lomo. Y él, además, un dictador bolivariano que dio un golpe de Estado a la democracia. No tengo ni idea de qué ocurrirá hoy, pero tenía que decir algo. Que estoy muy cansado de prestar atención a estos seísmos jurídicos, y de hacer cola a la puerta del infierno para pagar la entrada mientras me pican los mosquitos. Me parece cosa de tontos. De muy tontos. Pero también es la actualidad nacional, y si lo es, será que muchos quieren que lo sea.