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El 47 es el título de la película que llegará a las salas en septiembre del joven director catalán Marcel Barrena, autor de Mediterráneo, su anterior película y opera prima ganadora de tres premios Goya. Como en ella, El 47 cuenta una historia basada en hechos reales. Si en Mediterráneo fue la historia de Óscar Camps y cómo, tras ver en televisión ahogarse al pequeño Aylán y a cientos de refugiados sirios, creó Open Arms, que ha salvado, y salva, miles de vidas inocentes, en El 47, nos cuenta la historia de un ser anónimo, Manolo Vital, humilde emigrado extremeño que llega a Barcelona expulsado, como miles, de su tierra natal y se gana la vida como conductor de autobús municipal. A través de él y de sus vecinos asistimos a la creación del barrio de Torre Baró a partir del movimiento vecinal que, uniéndose para ayudarse unos a otros, construían por las noches pequeñas chabolas que debían estar techadas a la salida del sol o serían derribadas según las ordenanzas de la época. En otras muchas ciudades esos nuevos vecinos llegados del exilio interior también construyeron sus barrios con sus propias manos, como El Pozo, en Madrid. Es nuestra historia y no debemos dejar que caiga en el pozo de la desmemoria.

El abandono institucional y la falta de servicios públicos fueron las constantes a las que se tuvieron que enfrentar. Sin luz, agua, alcantarillado, escuela, centro médico o transporte, esta película narra con mano maestra la lucha y la solidaridad de aquellos vecinos por sacar su sueño adelante. Cada uno lo hizo con lo que pudo. Manolo Vital conducía autobuses y secuestró uno para llevarlo hasta Torre Baró demostrando que podían llegar hasta allí, a pesar de no tener calles anchas ni asfaltadas. Aquella acción secundada por todos los vecinos cambió la realidad de un barrio que antepuso su dignidad a todo lo demás. Cuando todas las puertas se cierran esas personas demostraron que se pueden derribar los muros.

El cine de Marcel Barrena recuerda, sin duda, al de Ken Loach. Marcel es el Ken Loach español. Su cine es un cine comprometido, social y valiente que nos demuestra que las historias de esos héroes anónimos son reales y pasan a nuestro alrededor, que la lucha de clases no ha desaparecido, que la unidad es la que puede cambiar las cosas y que la única batalla perdida es la que no nos atrevemos a luchar. Que en estos tiempos de mentiras y barbarie se hagan películas como El 47 nos hace mantener aún viva la esperanza de que no todo está perdido.