Sthendal, en uno de sus relatos, destierra a uno de sus personajes a la Balear Mayor (Blanco White o Larra también hicieron referencia en sus escritos a nuestra Isla como lugar de confinamiento). También en el siglo XIX los pueblos mallorquines parecen vivir en la nube, en mundo aparte: «Únicamente los jovencitos imitan la moda de la ciudad y se hacen la raya en el pelo», escribió un observador. A mediados de aquella centuria, la ínsula tenía unos 200.000 habitantes. La obras públicas se iban trazando. En 1881 estaba recién construida la carretera que unía Deià con Sóller; se terminan las obras de la línea de ferrocarril entre Alaró y Consell y los vapores que unían a Palma con Barcelona funcionaban a toda máquina (cinco pesetas valía el billete en tercera clase; iban siempre llenos de cerdos exportables, lo que molestó mucho a George Sand). Es en aquellos agradables años cuando las familias palmesanas comienzan a ir a veranear a El Terreno. A finales del XIX comienzan a crecer zonas hoy esenciales de la ciudad: Corb Marí, Portopí, La Bonanova, etc. Algunos adinerados elegían como zona de veraneo el fresco y delicioso pueblo de Valldemossa, como Uetam (Mateu) representante del bello canto que alquila una celda de la desamortizada Real Cartuja. La isla, y España entera, en el siglo XIX, estaba muy mal comunicada.
Mundo propio esfumado
Palma14/08/24 0:30
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El cappitalisme no té escrúpols. Lo pitjor és que qualsevol que qüestiona el model depredador és tractat de comunista extremista i així els cappitalistes segueixen pervertint tot el que poden tocar fins al punt de llevar la calma a l'illa de la calma