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Este miércoles 4 de septiembre será un día para conservar en el recuerdo. Coincidirán en el Rosellón, mallorquines y perpiñaneses, celebrando el hermanamiento de sus dos ciudades capitalinas.
¿Por qué tal acontecimiento? Pues porque en tal fecha, hace setecientos años, moría en Formigueres, localidad rosellonesa, el rey Sanxo de Mallorca, monarca de dicho reino insular y conde del Rosellón. Esta unión de tierras insulares y continentales había sido dispuesta por Jaime I de Aragón, dejando a su muerte en 1276, la que sería Corona de Mallorca, en manos de su segundo hijo Jaime II, mientras que en las de su primer hijo, Pedro III, permanecería el grueso de territorios de la Corona de Aragón. La monarquía mallorquina sobrevivió setenta años, todo un desafío, bajo el acoso permanente de los soberanos aragoneses y sobre todo del patriciado mercantil barcelonés.

Sanxo fue un buen rey. Una pintura del XVII nos lo retrata contemplando una flor entre sus manos. No está mal. Fue un monarca pacífico. Trabajó por el bien de su reino, proveyéndolo de una gran escuadra para proteger sus intereses mercantiles desde el Mediterráneo al Mar del Norte, y dotándolo de instituciones parlamentarias que permitiesen el diálogo entre sus estamentos. Se sentía tan rosellonés, en cuyas tierras nació y murió, como mallorquín, donde permanecería a lo largo de más de la mitad de su corto reinado, dando además vida a sus residencias y a los grandes astilleros de Palma, de donde partirían, junto con las del puerto de Cotlliure, las numerosas naves que surcarían los mares bajo su bandera, la del rey Sanxo, que hoy es la de Mallorca.

Hace cuarenta y ocho años, las Islas, bajo el mando de Rafael Villalonga Blanes, presidente de su Diputación Provincial, se hacían presentes en Perpiñán, entregando el mausoleo, obra de Frederic Marès, donde descansan los restos de Sanxo. Allí estaría también Joaquín Fuster de Puigdorfila, presidente de la academia mallorquina por él fundada diez años antes. Hoy estará Margalida Prohens, presidenta de nuestra comunidad autónoma. Lo estará nuevamente la academia mallorquina de Estudios Históricos, el alcalde de Palma, Jaime Martinez, y el presidente del Consell insular, Llorenç Galmés. Todo un elenco de buenas gentes, al que se unirán las de Perpiñán, con su alcalde, Louis Aliot, y un prócer como George Puig, ciudadano de pro y reconocido genealogista. No olvidemos que con su conde Nuño Sanxo, de estas tierras occitanas acudieron a la conquista de Mallorca no pocos repobladores, algunos de cuyos linajes estarán hoy en la expedición, como los Cerdá, Garau, Homs, Montaner, Morell, Palou, Prohens, Puigdorfila, Serra, Sureda, Villalonga, incluidos los Yspania de Cominges.

George se ha ilusionado con despertar Junts pel Regne de Mallorca, una asociación para el estudio de las relaciones históricas entre Mallorca y el Rosellón. Buena idea, aunque de difícil continuidad. Lo importante es que, como soñaba Costa i Llobera, no nos quedemos cerrados en una llar ombrívola, que abramos puertas, que nos entendamos, sea español, francés o bon mallorquí, el occitano del rey Sanxo, que comamos ensaimadas y saboreemos los buenos vinos del Rosellón, sin olvidar el simpar señorío de Montpellier, pasión de Ramon Llull, que en el atrio de su vieja universidad ostenta uno de sus más señalados monumentos. En fin, tiempo habrá para hablar de este 4 de septiembre, que esperamos resulte inolvidable.