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Oasis es un grupo tocino. Habrá pocas cosas más sabrosas en el mundo, pero cansa pronto porque empacha. Hasta hace un mes, la banda vivía en cierto olvido. Esta mañana, en un comercio de Palma se podía comprar su primer disco por 90 euracos. El anuncio de la reunión de los dos hermanos Gallagher para una serie de conciertos ha sido una explosión. Entradas vendidas en horas y discos rescatados en el número uno. Parte del público habrá acudido a ver si se pegan, pero marca una resurrección de algo aparcado hasta hace poco. Lo interesante de los regresos del pasado es lo que dicen del presente. El rescate de elementos populares de hace décadas pasado por el filtro de 2024. El caso más curioso es del de Fleetwood Mac. Durante décadas nadie les hubiera colocado en ninguna lista de mejores grupos de la historia. Desde hace cuatro o cinco años aparecen entre lo más escuchado en cualquier plataforma digital. Oasis había quedado archivado en un lugar secundario. Parte de un momento extraño de exaltación británica.

Se les reprochaba haber sido capaces de haber compuesto la mejor canción pero siempre la misma. Siempre grandilocuentes, empachosos. La fiebre por ellos no puede durar demasiado porque el oyente se queda lleno. Pide lechuga. A Wonderwall hay que echarle un chorro de limón por encima para pasarla, como a unos calamares a la romana malos. De ahí que haya que preguntarse por qué 2024 les reclama con tantas ganas, como si fueran el anti Taylor Swift, que pudiera ser. Hipótesis poco probable: si hasta se reconcilian Noel y Lian, no hay brecha insalvable. Opción más factible: al público se le había pasado el empacho de ellos y pide un poco de tocino y de épica. El ansia no durará demasiado, es posible que no sobreviva al final de la gira y habrá que ver qué pide el hoy de la nostalgia. Mejor con menos calorías.