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El jueves pasado, el Teatro Principal de Palma fue escenario de la entrega de los Premios, Honores y Distinciones 2024, que cada año organiza el Consell de Mallorca coincidiendo con la Diada. Llevo unos cuantos años siguiendo esta ceremonia y me parece uno de los acontecimientos más elogiables de los que se realizan desde los ámbitos institucionales públicos. Es una de las pocas ocasiones en la que los protagonistas de las fotos no son los políticos y en la que quienes eligen a los galardonados no son los comisionados. El proceso participativo abierto para la selección primero y elección después se me antoja real y objetivo. Son unos comicios para premiar a los mejores. No estaría mal que otras decisiones representativas fuesen el resultado de procesos como éste. A la vista está que en estas elecciones no se han escondido las actas que reflejan la voluntad de la población.

Las medallas de Honor y Gratitud de la Isla, los títulos de Hijos Predilectos y los Premios Jaume II reconocen a las personas, instituciones y entidades que nos engrandecen; quienes año tras año hacen que nos sintamos orgullosos de vivir en esta tierra. Son los que se preocupan por hacer que juntos progresemos y podamos avanzar; aquellos que trabajan por mejorar la vida de los demás y favorecer el bienestar social y de su estado. La entrega de premios es un acto de reconocimiento en donde están representados todos los estamentos sociales: el mejor espejo de la ciudadanía local y la realidad más real de Mallorca.

La ceremonia de entrega de los Premios, Honores y Distinciones de Mallorca es el día de la sociedad mallorquina. Se trata de una ceremonia que se une al elenco de actos que conmemoran una tradición especial, una cultura propia, una identidad particular y una personalidad única, la mallorquina. ¡Ahí es nada! ¡Ahí es todo!