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Son demasiadas las noticias que se sitúan entre lo incomprensible y lo sorprendente y exigen una reacción política que tienda a revertirlas o, por el contrario, las tenga en cuenta. El hecho de que los seguros privados aumenten no significa que nuestra sanidad pública sea deficitaria y lo que debería hacer el Govern es crear una deducción autonómica para tantos que contribuyen a no colapsar el sistema público. Igual ocurre con los que alquilan viviendas habituales y que ponen sus ahorros en el mercado para solucionar un problema social de gran calado. Estado y CCAA deberían incentivar mucho más a quienes contribuyen al acceso a la vivienda. En otras palabras, premiar a los que aportan algo al sistema, que probablemente son los que lo sostienen con una mayor (a veces insoportable) carga fiscal que está, no lo duden, aniquilando la clase media. Esa clase media que tiene que vender las propiedades familiares a extranjeros y que luego tiene que aguantar la crítica social de que esta isla ya no nos pertenece. De la misma manera que tampoco se ayuda a quien mantiene el corral de los abuelos y que se convierte en un pulmón verde para la manzana donde se ubica un solar que, por lógica, debería sucumbir a la especulación y presión urbanísticas para ser convertido en un edificio plurifamiliar. Otro perfil de isleño que también será debidamente criticado y que, además, tiene que soportar el peso del pasado. Vemos pues que la modernidad no tiene ninguna lógica y que el sistema, en muchas ocasiones, deja al margen a quien más contribuye a él. Ello lleva a una cierta rebeldía que se está expresando de muchas maneras, aunque lo cierto es que es una enfermedad para este estado del bienestar que, en ocasiones, se permite olvidar a los que llevan más tiempo formando parte de él. Todo ello me recuerda la reiterada queja de que sobra gente en Mallorca y ello pone en mi mente el LIFO/FIFO que es de lo poco que aprendí en aquellas clases de economía que recibíamos antaño quienes estudiábamos Derecho. Salen los primeros en llegar o los últimos, damos la culpa de todo a los que aportan o a los que demandan… y así muchos otros desiderátums que no tienen respuesta que sea políticamente correcta. No obstante, sí deberíamos obrar en consecuencia y la normativa no puede ser una carga, sino que también debe ser un incentivo y un premio. Hay cuestiones en las que sí debe haber consenso para que ese premio se traduzca en una deducción que alivie la vida diaria del ciudadano. El sector público no solo puede reclamar por la vía impositiva y tampoco puede estar castigando a los de siempre. El buenismo es falaz y no es bueno y el intervencionismo no puede apuntar siempre a la prohibición y la recaudación. Es hora de entender la actualidad y potenciar otras vías para solucionar los problemas de todos.