Uno de los tesoros y goces de Mallorca consiste no en hacer balconing, o en ir a las playas a ver la llegada de las pateras, sino en ir en tren primero a Sóller y luego, por el casco urbano, a su puerto. Se trata de un legado viario único en estos tiempos de globalización siniestra, de «fraude y modernismo» que diría doña Rosa (la dueña del café de La Colmena). En 1871 don Eusebio Estada, el mismo que promovió el derribo de parte de las murallas, publicó un estudio sobre la posibilidad de construir un camino de hierro. Pronto se imprimió el reglamento para el gobierno de la Sociedad de Ferrocarril de Mallorca. La primera línea ferroviaria inaugurada en España, bajo la entonces obligada protección de María Cristina de Borbón, fue la de Mataró a Barcelona (28 de octubre de 1848). Entonces viajar en primera clase costaba unos doce reales. Precisamente en aquella España de mediados del XIX, la vía ancha «deja de ser el negocio que nunca fue» y los financieros vuelven sus ojos a posibles trazas de pequeñas líneas generadoras de mucho tráfico y conectadas con ramales principales: nace entonces la vía estrecha de la que son hijos tardíos nuestros trenes mallorquines.
Una maravillosa utopía cumplida
Palma25/09/24 0:30
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