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Ahora que el Mossad ha resucitado unos aparatos tan noventeros como los ‘buscas’, me viene a la cabeza que a finales de aquella década los políticos de la Conselleria de Interior repartieron ‘beepers’ entre los periodistas de Sucesos de Balears. A diestro y siniestro. Los móviles eran escasos y caros, casi un artículo de lujo, así que las mentes brillantes del Consolat democratizaron las comunicaciones con aquellos pequeños artilugios, que parecían casi patrimonio exclusivo de los médicos. La idea no fue del poderoso José María Rodríguez, que estaba muy ocupado pintando de colorines los coches de las distintas policías locales, pero lo podría haber sido perfectamente. De hecho, cuando él fue conseller se potenció mucho aquel sistema de mensajes, tan breves como directos: «Derrumbe en sa Calobra. Carretera cortada». Y con esos agónicos datos, los reporteros hacíamos milagros. A Dios gracias aún no existía internet, así que los plumillas teníamos margen para ampliar la información sin el yugo de la esclavitud digital. Picado por la curiosidad, el jueves -tras el ataque de Israel a Hizbulá- rebusqué en mis cajones de la redacción. Y allí estaba él, sepultado bajo páginas descoloridas de periódicos antiguos. Envejecido, pero intacto. Mi busca de aquellos maravillosos años. Tenté a la suerte y tras introducir una pila triple A la pantalla de aquel dinosaurio electrónico cobró vida y empezó a pitar, 25 años después. Incluso vociferó algunos mensajes ininteligibles, como si hablara en taiwanés. Asustado, lo desconecté rápidamente. No sea cosa que me espíe el Mossad. O mucho peor: José María Rodríguez.