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Partamos de la base de que Pedro Sánchez tiene un escudo casi indestructible: No existe una mayoría alternativa en el Congreso de los Diputados a la que él exhibe, aunque no la tenga efectivamente. Por eso no intenta siquiera gobernar y está dispuesto a seguir sin el concurso del parlamento, si fuese necesario.

Partamos de la base también de que el PP no está en condiciones de articular una mayoría de gobierno a menos que se produzca un terremoto que conlleve la desaparición de Vox y de SALF. Por tanto, para un cambio de gobierno (sin elecciones generales) solo queda la alternativa de una defección de diputados socialistas, hartos de los juegos malabares de Sánchez y esto, por muy razonable que sea, no se va a producir.

Entonces, ¿qué va a hacer el PP? Debería buscar un líder joven y carismático, no viciado por las maniobras barriobajeras de los partidos, con espíritu renovador y creativo. Un líder que se dedicara a elaborar un programa muy centrado que le permitiera ganar muchos votos a su izquierda entre los votantes socialistas decepcionados, que son muchísimos.

Un líder con carisma que inspire confianza y sensatez y un partido que entierre el pasado. Ayuso no es la solución sino un lastre por su radicalidad y su lenguaje corrosivo. Con Ayuso el PP ganaría votos por la derecha, pero perdería muchos más por el centro. Si se me permite la comparación inverosímil, Ayuso sería el Alfonso Guerra del PP y lo que le hace falta es un Felipe.

Como Sánchez no va a anticipar elecciones, a menos que se vea obligado, el PP tiene que elaborar una estrategia a medio plazo y, sobre todo, buscar caras nuevas que no huelan a rancio. Ni Feijóo ni González Pons representan la modernidad.

Para que una democracia sea sólida es preciso que exista una alternativa válida y creíble al partido que está gobernando. No hay que estar todos los días imitando la táctica de Sánchez de descalificación personal del oponente. Hay que construir puentes hacia los moderados y los votantes de centro indecisos. Para la salud de la democracia la posibilidad de la alternancia en el poder es imprescindible.

El electorado español suele votar centro (centro izquierda o centro derecha) de manera masiva. PSOE y PP tienen una base de votantes muy fieles en torno al 30 % cada uno. Las elecciones las deciden los indecisos que son como mínimo un 10 % de los votantes, unos 3,5 millones.

El PSOE de Sánchez parece haber tocado techo, salvo una hecatombe de los partidos a su izquierda. El PP sabe que no le basta con ganar las elecciones si luego no consigue una mayoría para gobernar. ¿Será capaz de superar este escollo?