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En este mundo banal en el que me ha tocado vivir los últimos años de mi existencia se trivializa la historia, sus grandes movimientos sociales y políticos y los hechos que, en consecuencia, han determinado nuestro presente y van a determinar nuestro futuro. Por cierto: muy poco halagüeño.

En las infectas redes sociales y en los contagiados medios de comunicación tradicionales se da a entender que cada desafecto es un nazi, cada votante de la derecha un fascista y que los malos de la historia son como los villanos de los tebeos o de las noveluchas de Marcial Lafuente Estefanía: de una maldad simplista, ridícula, que no merece sino las burlas de los sabiondos de casinet.   

Por eso me ha gustado que un intelectual tan claramente de izquierdas como Nicolás Sesma haya escrito un libro de 700 páginas –Ni Una, ni Grande, ni Libre, editorial Crítica– recopilando la historia de la dictadura franquista. La idea matriz de la obra cabe en una de sus primeras frases: «No fue solo Franco». Lo que ahora se entiende erróneamente como ‘el franquismo’ no puede circunscribirse a la obra de un general golpista y despiadado, desprovisto de luces y que convirtió España en un inmenso cementerio. Por supuesto que Franco fue todo eso y mucho más, pero Sesma, con un dominio asombroso de las fuentes, demuestra que su dictadura contó desde el primer momento con mentes brillantes, con personas extraordinariamente cualificadas que –ayudadas, eso sí, por una increíble sucesión de circunstancias favorables– supieron construir la arquitectura de un Estado que, contra viento y marea, duró cuarenta años. Por supuesto que no eran demócratas y que la conducta moral de la mayoría de esas personas fue reprobable, pero es que no estamos hablando de valores sino de eficacia. Y en eso le daban mil vueltas a la mayoría de los actuales políticos.

Sesma aporta muchos ejemplos contrastados, pero el libro es muy largo y este artículo demasiado corto. Valgan como botón de muestra nombres como el de Serrano Suñer –ese sí, un fascista en estado puro– Castiella o Manuel Fraga, autor de la campaña de comunicación más exitosa de la Europa del siglo XX. Su ‘España es diferente’ fue ‘comprada’ por el conjunto de las democracias de nuestro entorno, que llegaron a ver el país como una singularidad histórica que compaginaba el autoritarismo con el desarrollo y la apertura –solo tecnocrática– a los nuevos tiempos.