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Esta serie de 8 episodios (2025), de los creadores de La casa de papel (Álex Pina y Esther Martínez), nos contará los enredos que transcurren en un lujoso búnker, donde los elegidos disponen de gimnasio, spa y restaurante, mientras contemplan por pantalla el desarrollo de la tercera guerra mundial. La semana ha venido teñida de prepotencia bélica, en una sociedad que parece abandonar cualquier signo de ética o moralidad social. Se llega a cotas insuperables de deshumanización, violando sistemáticamente la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos, el IV Convenio de Ginebra de 1949 Relativo a la Protección Debida de Civiles en Tiempo de Guerra -y hospitales-, la Convención sobre los Derechos del Niño o la Convención de Viena de 1961, sobre relaciones diplomáticas e inviolabilidad de sus sedes, por citar sólo algunos acuerdos que son ya papel mojado. No corren mejor suerte las resoluciones de los tribunales internacionales que son sencillamente ignoradas. Es lo que el secretario general António Guterres ha definido, en su discurso en la ONU, como un estado de impunidad insostenible. Aceptamos ese horror y peor aún, cuando lo muestran los telediarios lo vemos fugazmente, porque lo que nos interesa son los deportes. Si los resultados de las elecciones no gustan, se llama a la violencia armada, o simplemente -como en Francia- se nombra un gobierno alejado del voto ciudadano. Un compañero me decía que, con todo, él conserva la esperanza. ¿Dónde buscar esa esperanza? Pues en que -como muestra la serie- los amos del mundo no se resignarán a vivir así. ¿A quién venderán más armas? Necesitan conflictos militares continuos, no uno global, y salir a pasar la noche con la amante, a despilfarrar, a jugar al golf, a viajar en su avión privado o en su yate. Además, ¿qué clase de Bar/Bat Mitzvá puede festejarse en un agujero subterráneo? Seguramente, esas serán las razones que nos salven del holocausto nuclear.