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Los años 2021, 2022 y 2023 han sido los más letales en cuanto a las bajas motivadas por los conflictos bélicos, desde el fin de la llamada Guerra Fría. 600.000 muertes, casi 120 millones de personas desplazadas, incrementos en el gasto militar (2,4 billones de $ en 2023, un 7 % superior a 2022), erosión en la calidad democrática, caldo de cultivo para las extremas derechas del planeta. Estos datos provienen de un estudio sobre dinámicas de los conflictos entre 1946 y 2023 del Instituto de Investigaciones para la Paz de Oslo. El tema es altamente preocupante, y responde a nuevos movimientos geo-estratégicos y de dominio de liderazgos en la geo-política planetaria y, por extensión, en la economía. Ucrania, Gaza, Siria, constituyen epicentros de esta realidad, que promueve consecuencias económicas en mayor o menor grado, relacionadas con posibles evoluciones en los países más desarrollados.

La guerra de Ucrania ha motivado una tensión importante en los precios, cuyo cénit llegó en 2023 con tasas de dos dígitos en la Unión Europea, y subidas notables igualmente en Estados Unidos. El shock de oferta que supusieron los primeros compases de la guerra infirieron incrementos notables en los precios de la energía, por el estrangulamiento de las llegadas de gas y petróleo ruso especialmente al norte de Europa. Un problema de oferta, no de demanda. Esto promovió la actuación de los bancos centrales con subidas recurrentes de los tipos de interés que, a pesar de todo, no han dejado rémoras insalvables en los mercados de trabajo, particularmente en el sur de Europa. No así en Alemania, donde se asiste a un inicio de recesión económica. En este caso –y en otros de la Unión Europea, incluyendo el ejemplo de España–, la urgencia en reactivar la palanca de inversión es un factor clave a considerar, y que ya hemos enfatizado en esta misma columna en otras ocasiones. En tal sentido, el informe Draghi se traduce en una hoja de ruta efectiva a impulsar.

La guerra en Gaza, con sus extensiones a una parte relevante de Oriente Medio, no está moviendo, por el momento, indicadores críticos: alza en el precio del petróleo, especialmente, o reducción de las transacciones comerciales. En este escenario, como en el de la guerra en Europa, la incertidumbre es enorme, y nadie puede asegurar evoluciones certeras. Los llamados ‘mercados de futuro’, calculados a partir de encuestas a importantes agentes económicos, no denotan excesiva inquietud en cuanto a la posible evolución de los precios del gas y del petróleo. Pero todo esto puede cambiar si el conflicto se extiende buscando sus nidos fundamentales: Irán en el caso de Israel, con reciprocidades evidentes.

Las consecuencias más evidentes, sin embargo, están siendo la percepción de gran inestabilidad política y la distopía en la tranquilidad institucional. Los conflictos alimentan la polarización, la crispación, la tergiversación, la división. Factores, todos ellos, de gran letalidad para una economía que, sobre todo, no se lleva bien con los ruidos continuos. Con actuaciones y mensajes que parecen invitar al apocalipsis.