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Esta cinta (Mark Robson, 1963) relata una intriga en la concesión de los premios Nobel. La semana ha desvelado los finalistas de varios reconocimientos, incluyendo los premios Goya, Planeta y el Nobel de Economía, que realmente es un premio del Banco de Suecia. Este galardón fue otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson (ambos del ITM) y James Robinson (de la Universidad de Chicago) por la tesis de que la prosperidad económica se relaciona con las instituciones del país. Esto es, un sistema judicial independiente, protección de los derechos de propiedad, y mecanismos que limiten la corrupción, algo muy razonable. Soportan esta teoría con un particular análisis colonial europeo y sus modelos de instituciones inclusivas y exclusivas. Intento ser cortés, pero hoy me disculpo por decir que me parece una solemne majadería anglosajona trufada de miópica leyenda negra. ¿Por qué? Los autores afirman que, en la América española, se desarrollaron instituciones extractivas, es decir, sistemas diseñados para que las élites racistas explotasen los recursos con mano de obra esclava. Pero recordemos que Jefferson, redactor de la Declaración de Independencia Americana (1776) y de la frase «todos los hombres son creados iguales», mantuvo y vendió cientos de esclavos y forzó a Sally Hemings, una negra 29 años menor, con la que tuvo al menos seis hijos, que vivieron como esclavos en su propiedad de Monticello. Por el contrario, Hernán Cortés crió y educó exquisitamente a su hijo mestizo Martín Cortés Malintzin, y ya en 1528, no paró hasta lograr que fuese declarado legítimo por el papa Clemente VII. ¿Colonización anglosajona inclusiva? ¡Pero si la población indígena fue exterminada! De la «espléndida» situación inclusiva en Cuba desde 1898 mejor no hablar. Hasta Annette Falcón presentó ante la ONU una propuesta para que Puerto Rico volviese a España. Muy pobre el intento de los autores de justificar el modelo extractivo en China, segunda economía mundial.