Un cuarto de siglo después es posible plantear cómo sería el mundo ahora mismo si al frente del Despacho Oval hubiera estado Gore, una persona que seguro sabía en noviembre de 2000 dónde estaba Kabul, algo que se puede dudar de Bush Jr. Quizá la oleada de simpatía hacia EEUU tras los atentados no se hubiera dado la vuelta por guerras como la de Irak, que seguramente no hubiera ocurrido. Incluso cabe preguntarse qué hubiera ocurrido si hace 24 años el presidente de la que era potencia única hubiera sido alguien convencido de la necesidad de luchar contra el cambio climático. Parece un escenario muy diferente y mejor sin esos 500 votos.
Este martes, los estadounidenses vuelven a las urnas para optar entre Donald Trump o Kamala Harris, a los que separan más cosas de las que apartaban a Gore de Bush. Si Trump ya era extraño cuando ganó en 2016, ahora es mucho más inquietante. Nadie se atreve a hacer un pronóstico ante lo apretado de las encuestas. Solo parece claro que todo se decidirá en un puñado de sitios remotos, apenas siete Estados como Arizona o Pensilvania, donde un pequeño número de votos podría ser decisivo entre un candidato u otro y decantar las elecciones. A la espera del resultado y de los acontecimientos posteriores, se puede aventurar que una decisión que afectará a lo que ocurrirá aquí mismo en unas décadas dependerá de unas cuantas personas que ni saben que existe Mallorca.
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