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Voy a desenterrar mi coche. Se acabó el transporte público. En Palma no funciona y sus responsables -políticos incluidos- no quieren que funcione. En los autobuses de la EMT, por ejemplo, se han cargado la buena gestión, la puntualidad, la profesionalidad y el buen trato con los usuarios. Tengo la impresión de que la gratuidad de la que hemos disfrutado estos dos últimos años tiene mucho que ver con este deterioro. Y, para más inri de defunción, los conductores se consideran trabajadores de una profesión de riesgo, razón por la cual la semana pasada nos dejaron bajo mínimos haciendo una huelga para jubilarse a los sesenta años. Una huelga en la que no han pedido aumento salarial porque algunos gozan de unos sueldos que doblan el de un educador social público.

Voy a desenterrar mi coche, harto de llegar a destiempo a mi destino, cansado de esperar en las paradas con forma de sombrilla de playa, agotado de seguir los datos de una aplicación móvil que parece jugar al despiste, hastiado de ver pasar de largo autobuses saturados de gente, avergonzado de pasajeros que con la disculpa de la gratuidad cubren distancias de una sola parada, molesto con quienes utilizan el volante con una agresividad contagiosa y de su antipatía cuando los saludas al entrar. Voy a desenterrar mi coche porque a nuestros políticos no les interesa el ahorro energético, ni la mejora del transporte público, ni el bienestar de los ciudadanos.

La historia de la economía ha demostrado que cuando algo no cuesta o es gratis pierde su valor y termina deteriorándose. El transporte público de Palma es una muestra. Quiero que el autobús vuelva a ser de pago para que funcione mejor. Mientras tanto, voy a desenterrar mi coche para llegar a tiempo y no depender de aquellos a quienes solo les interesa llegar a la jubilación antes de tiempo.