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Rita Giménez García, famosa bailaora y cantaora de flamenco de finales del XIX y principios del XX, sentía tal pasión por el baile que no dudaba en trabajar por poco dinero. Esta actitud creó la frase que titula este artículo y que, con sus variantes, aún conocemos y usamos con bastante frecuencia. Y lo hacemos porque el trabajo es un tema de gran importancia e impacto social. Basta observar las diferentes actitudes ante el trabajo para darse cuenta de ello. Una parte de la población no encuentra la posición laboral deseada, otra acepta lo que hay, otra se desloma de sol a sol y otra intenta no pegar palo al agua. Y si esta última tendencia se consolida tenemos un problema.

El trabajo y el ingenio han sido y son la base para explicar la calidad de vida de la que gozamos actualmente. Ahora que disfrutamos de unos niveles de comodidad y de lujo muy altos parece que renunciamos al esfuerzo, como si ya hubiéramos alcanzado el cénit y tocara relajarnos. Pero las consecuencias de trabajar cada vez menos pueden ser fatales. Sin motivación para luchar, para crear o para arriesgar nos estancaremos más pronto que tarde.

Sin embargo, no todo resulta tan fácil de explicar. Como apunta el economista Niño Becerra, las salidas laborales que tienen los jóvenes universitarios hoy en día no son fáciles debido a unos sueldos bajos y a unas ofertas que no se corresponden con la formación adquirida. También es cierto que muchos jóvenes se plantean ya desde el inicio de su vida laboral unas condiciones tan idílicas que no son factibles. Una actitud que, además, parece favorecida por ciertas teorías políticas que postulan que el dinero se debe garantizar a todo ciudadano independientemente de lo que este haga o, mejor dicho, no haga.

¿Y si la solución pasa por los veteranos? En Alemania ya se contempla incentivar a los mayores para que alarguen su vida laboral, una propuesta que a mi entender es errónea porque quien tiene que tirar del carro son aquellos que empiezan y no los que acaban. Además, el número de pensionistas resultado del baby boom aumentará en los próximos años y el sistema necesita la máxima cantidad de cotizaciones para poder mantener el tinglado.

¿Y si la solución pasa por la inmigración? Un tema que divide a la sociedad pues se ha politizado de tal manera que su sola mención es ya motivo de discusión. Para unos la inmigración es una bendición porque cubre los puestos que nadie quiere ocupar. Para otros se trata de un problema porque aceptan condiciones que nosotros consideramos inadmisibles y perpetúan de este modo el problema.

¿Y si trabajar es un suplicio y no lo sabíamos? Como explica el profesor Emilio del Río la palabra trabajo proviene del latín tripalium, un mecanismo de tortura compuesto de tres palos. Por tanto, es normal que usted lo considere un castigo y por esta razón me veo obligado a informarle de que disponemos de alternativas para resistir. Puede usted apuntarse al work-life balance, que no es otra cosa que decir en inglés que va a intentar por todos los medios trabajar lo menos posible. También se puede desahogar escuchando y cantando el tema de Los Rebeldes, quienes aseguraban con su rockabilly en versión nacional que no les gustaba levantarse a las siete para ir a currar. O pueden hacer como Rita y trabajar a destajo. Aunque, bien pensado, no sé si a Rita realmente le gustaba tanto atarearse. Lo único que sí sé es que debo dejarles porque tengo trabajo pendiente. Y Rita ya falleció hace tiempo.