Volviendo a la carga con sus fabulaciones -que ya desmentí hace unos meses- OK diario insiste en atribuirme nuevamente el papel de mediador en esta operación de convergencia política. Sin embargo, como decía la inolvidable Mari Trini, «yo no soy esa que tú te imaginas», es decir, ni por propia iniciativa ni a requerimiento de las partes he llevado a cabo actuación alguna como amigable componedor de PI y UM. La política activa -al menos, en su vertiente partidista- me es completamente ajena, y la evolución del mallorquinismo me interesa únicamente en tanto que analista de la cosa pública y, obviamente, como amigo personal de muchos de los involucrados en estas conversaciones, de las que me enteré leyendo este diario.
Si hay o no amigables componedores que trabajen para la aproximación de posiciones entre las fuerzas mallorquinistas tengo la certeza de que lo hacen desde la lógica discreción.
Todo lo anterior no quita que juzgue positiva para el espacio de centroderecha en general la confluencia y reconstrucción del mallorquinismo político, siempre, claro está, que no se persevere en el error en el que en ocasiones ha caído el PI de intentar confundirse o disputar el espacio a este batiburrillo comunistoide -filial de Sumar- en que se ha convertido Més x Mallorca.
Tras la experiencia de Marga Prohens con su muleta parlamentaria de Vox, constato que una gran parte de los populares preferirían no tener que depender de estos últimos, porque no se sabe nunca hacia dónde va a apuntar la veleta de los de Abascal. En Balears han demostrado no ser un partido de gobierno, sino más bien un remedo de la casa de tócame Roque, con continuas purgas internas y ni una sola propuesta más allá de folclorismos y su obsesión por minorizar la lengua catalana.
Así las cosas, fiar la gobernabilidad únicamente a mayorías absolutas resulta temerario, de manera que al PP le interesa disponer de un socio alternativo a Vox que le pueda garantizar la gobernanza desde la complementariedad.
Incluso con sus históricos errores al escoger socio, UM fue un verdadero partido de gobierno que, desde la moderación, transformó y puso en valor instituciones como el Consell de Mallorca y contribuyó a nuestro progreso social. Molestaba a la izquierda y a una parte de la derecha más rancia y centralista, y por eso fue objeto de una cacería mediática y judicial sin precedentes, consentida o incluso auspiciada por sus entonces socios progres.
Si la reconstrucción del espacio se consigue -y auguro dificultades-, entonces el panorama político balear comenzará su retorno a la racionalidad. De hecho, únicamente restará que el PSIB transite su particular travesía del desierto que a buen seguro seguirá a la caída de la demencia sanchista, que intuyo más próxima de lo que los propios socialistas perciben.
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