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Esto de La Revuelta y El Hormiguero ya parece un clásico Barça-Madrid o PP-PSOE. Y lo más grotesco es que los seguidores se comportan como hinchas, denostando a uno y engrandeciendo al otro. Poco puedo contar de El Hormiguero porque no recuerdo haberlo visto nunca y eso que si de algo puedo presumir, es de memoria. Sí conozco de la existencia del conductor del programa, Pablo Motos, que hace mucho deporte en la actualidad, aparece entrenando con Illia Topuria y demás y de dos monigotes morados que salen durante sus entrevistas. Internet provoca que conozcas a la fuerza a tipos que te importan un rábano. Algo parecido me sucedía con Broncano cuando estaba en La Resistencia. Oía hablar de él y hasta era conocedor de las dos preguntas clásicas de su programa, la del sexo y la pasta, pero no lo había visto jamás hasta que aterrizó en RTVE. Y aquí por azar lo vi y lo sigo viendo de tanto en tanto porque me hace gracia. Es simpático, suele conducir bien a sus invitados, que saben a lo que van y se desinhiben y para de contar. Cinco minutos después de acabar el programa me he olvidado completamente. La polémica surgida en torno al motorista que iba a aparecer en La Revuelta y supuestamente El Hormiguero lo vetó, pues qué quieren que les diga: me parece algo feo pero tampoco para dramatizar, sobre todo teniendo en cuenta que La Revuelta se ha puesto arriba en los índices de audiencia y que seguramente dicha polémica le beneficia. La gente suele situarse al costado de los que a priori considera víctima de una injusticia y creo que debe ser así. Es normal que Motos esté mosqueado ya que ser líder de audiencia durante tantos años crea hábito y no es fácil bajar al mundo terrenal. Que se aguante. Peor lo pasamos el resto de los mortales con una nómina barata mes a mes y nos mosqueamos, claro que sí, pero con razón.