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Nació en Crimea (Ucrania) en el seno de una familia humilde y cuando en 1925 conoció al cadete Ilya Fedotovich Riadnenko, quedó perdidamente enamorada de él. Mariya Vasilyevna Oktyabrskaya y el joven soldado se casaron en 1925. A ella siempre le interesaron las armas, pero cuando en junio de 1941 Hitler invadió la Unión Soviética solo Ilya pudo ir al frente. Mariya se quedó en una fábrica, trabajando. Meses después, el amor de su vida fue abatido por los nazis, pero la ucraniana era tan valerosa como osada, así que escribió al mismísimo Stalin y le pidió un tanque para vengar a su esposo. «Lo pagaré yo, con mis ahorros y vendiendo todo lo que poseo», puntualizó. El dictador, viendo un filón para la propaganda soviética, aceptó encantado y al poco tiempo un flamante T-34 fue entregado a Mariya, que se había convertido en conductora de vehículos militares y sabía manejarlos. La intrépida tanquista, sin un rublo, marchó al frente con algunos camaradas, que al principio se reían de ella. Cuando arrasó un nido de ametralladoras alemán, ya no hubo risas. Su leyenda fue creciendo a medida que su tanque, al que había bautizado ‘Compañera de armas’, destrozaba posiciones nazis y realizaba incursiones nocturnas, como una de 1943 en la que acabó con 50 soldados de la Wehrmacht. Pero los nazis no se chupaban el dedo, y finalmente la cazaron en enero del año siguiente. Mariya fue gravemente herida y quedó en coma dos meses, hasta que falleció. La URSS le otorgó la más alta distinción militar. Podemos concluir, pues, que fue una mujer de armas tomar.