TW
0

En Mallorca tenemos una de las mejores bibliotecas de tema local (es decir, sobre su territorio propio) del mundo. Y en la que además atiende muy bien la bibliotecaria Pilar González. Se trata de una biblioteca muy bien organizada, contraposición de otras bibliotecas extravagantes que he tenido la suerte de visitar aquí y acullá. Tal ocurre, pongamos por caso, con la Biblioteca Pública Notario Anastasio López, en San Cristóbal de las Casas, donde son preceptivas las siguientes reglas a la hora de usar un libro como se lee en un sencillo cartel puesto en la entrada: «No lo tengas esclavo, pues es libro. Por lo tanto no lo señales con ninguna marca / Usa, no abuses de él / Te es lícito leerlo y hacer los extractos que quieras / Devuélvelo como lo recibiste, sin maltrato ni menoscabo alguno». En la supuestamente civilizada Madrid, en el Ateneo Literario y Científico, junto a la Cacharrería, abre sus puertas la galería de personajes ilustres. Subiendo por la escalera accederán a la vetusta biblioteca ateneísta, una de las más pintorescas de nuestro país; cada mesita tiene su lámpara y cada maestrillo, su librillo. Ocurre, sin embargo, que algunos socios o amigos de lo ajeno por su cuenta y riesgo tratan de mejorar o suprimir la instalación lumínica, con grave peligro para los libros y el consiguiente perjuicio para los señores socios. Ante los hechos consumados, la directora de la biblioteca mandó colgar el siguiente aviso: «Se ruega no cambiar las bombillas existentes por otras de más potencia, porque existe peligro de incendio. Ni tampoco llevárselas, La Bibliotecaria». En la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo, de Quito, son menos remilgados: varios carteles distribuidos por doquier recuerdan al lector o investigador que «no mutile los libro». No andamos sobrados, en los tiempos que corren, de ese amor al libro y a la edición que se constata en el letrero de Librería Yupanqui, sita en el mercado bonaerense de San Telmo: «Quiéranme como la Madre, / Adórenme como a la tierra / Guárdenme como a un recuerdo / Solo eso pretendo yo / Letra: un libro». Altruista fue, sin duda, don Juan de Palafox y Mendoza (1646) que en Puebla forjó y a Puebla legó la Biblioteca Palafoxiana, una de las más valiosas de América, y en la que no faltan los libros de nuestro Ramon Llull, y las siguientes verdades que están grabadas en la entrada de tan valioso centro: «El que se halla en un beneficio sin libros, / se halla en una soledad sin consuelo, / en un monte sin compañía, /en un camino sin báculo, / en unas tinieblas sin guía». The Antique Book Shop es una librería bonaerense de la calle Libertad en la que venden, según un cartel del escaparate, «libros para decoración», lógicamente con unas estupendas cubiertas de piel. Otra es la filosofía de la Librería Bautista , sita en Santa Ana (El Salvador), donde un anuncio en la misma indicaba que «Eres lo que lees», frase verdaderamente antiwoke. Por último, señalar que las bibliotecas con la arquitectura e interiorismo más asombroso del mundo están en Finlandia: son las de Rovaniemi, obra de Alvar Aalto y la de Oulu, una caja de cristal junto al río.