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En múltiples ocasiones pienso en Mallorca, la dama hermosa que señorea el Mediterráneo, que lo tiene todo, desde los áureos aceites de sus olivos milenarios, hasta los rincones de ensueño de sus calas, bañadas por el azul del llamado ‘mar de los encuentros’. El mallorquín, que con el paso de los años aún no se haya enterado de ello, digamos que pronto ya no tendrá nada de que enterarse.

Pues bien esta dama llora desesperadamente. Los años han ido cambiando su rostro. Remigia Caubet nos la dejó modelada a la perfección en la bellísima estatua de Nuredduna, que, llevada al bronce, tenía que alzarse sobre las aguas del Parc de la Mar, y que hoy permanece algo alejada, allá en el Molinar, pero majestuosa sobre unas rocas talaióticas. Un día tuve la curolla de pedir que la trasladen a la plaza de España, para entronizarla en lugar de Jaume I, que mejor estaría en la plaza de Cort vigilando a nuestros políticos. Nadie me hizo caso. Habríamos podido contemplarla más de cerca, como la imaginaban sus promotores, el alcalde Gabriel Alzamora y el periodista Gafim a finales de los sesenta, ambos enamorados de la feminidad y empeñados en admirarla surgiendo de las aguas del Parc de la Mar.

Hoy Mallorca, o sea Nuredduna, está triste. Peor, yo diría que desesperada. Su desolación se muestra en la demanda imperiosa de Marisé Fernandez Segade, la gran dama del barrio de Sant Jaume, también de ojos hechizantes como Nuredduna, la dama que ha impulsado tantos eventos y descubierto tantos misterios, junto al arquitecto Luis Alemany, como el brocal árabe de la Font del Sepulcre.

Marisé, de ilustre familia de marinos, tanto en la Riba de Palma, en tardes apacibles junto al mar, como en sa Pobla, en la Mallorca agrícola que entrega su ser para la siembra más fructífera del Mediterráneo, halla su descanso apacible. Pero lo triste es que en esta Pobla que tanto ha querido a lo largo de los años, encuentra hoy su desolación. Junto a su casa rural, en los campos de Talapi, una de las posesiones más emblemáticas de la Isla, donde se han encontrado restos arqueológicos como el cap de bou de los talaióticos que incluso supera al de Costix. Pues bien, los campos de Talapi hoy son lugar de encuentro donde confluyen los intereses de propietario con los de una multinacional sueca, para sembrar sobre 20 hectáreas de cultivo, miles de placas fotovoltaicas.

Se han opuesto las gentes de sa Pobla, sabedoras del impacto medioambiental. Se ha opuesto ARCA, siempre fiel a sus raíces fundacionales. ¡Qué importa! Me dicen que la medida es legal. ¡De la agricultura a la placacultura! Exigencia de los nuevos tiempos, hoy junto al Campus de la carretera de Valldemossa, mañana en la finca de Talapi y en la llanura de Llucmajor, y pasado mañana en toda Mallorca, puesto que la almendra, los olivos y la algarroba ya no son rentables.

Me dicen que el proyecto de Talapi es de 17 millones. Enhorabuena a los mallorquines y suecos que pretenden hacer la inversión. Poco importa que la finca sea de interés cultural, ni que los vecinos de la zona tengan que sufrir el impacto. Treinta y tres mil placas fotovoltaicas dan para mucho, y mientras tanto, plora Mallorca, patria del meu cor.