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El Congreso socialista ha terminado siendo una apología del delito y de la corrupción, en medio de un alarde de servidumbre de los cuadros asistentes, con un insufrible culto a la personalidad, temerosos de dejar de aplaudir antes de tiempo o de bajar la intensidad del aplauso. A Sánchez, en vez de avergonzarle ese arrebato halagador lo ha aceptado gustoso porque entendía merecerlo, como el referente mundial del progresismo que cree ser.

No faltó la demonización del enemigo, identificado con una extrema derecha salvaje, así como de los medios no afines. Ha iniciado la cacería de los jueces que osan investigar su cercana corrupción, mostrándose como víctima de una confabulación fascista.

A través de la figura psicológica de la proyección se ufanó de ser el paradigma de la verdad y el progreso y en este clima triunfal no cabía la mínima autocrítica. Este fenómeno psicológico se volvió contagioso: Cerdán denunció una cacería humana contra el proyecto de Sánchez, industria de odio que actúa generando fango, ruido, bilis sin parar… Hasta ahora habíamos percibido esa cacería con saña sobre Ayuso, a la que intentaron neutralizar, y siguen en ello, aireando falsas acusaciones contra su padre y hermano, llegando incluso a delinquir para acabar con ella a través del descrédito del novio. Son expertos en la cría de perros de fanatismo sectario, que muerden incluso hasta la muerte, como le pasó a Rita Barberá.

Sánchez, como una fiera herida, da zarpazos a diestra y siniestra. Ha fortalecido el muro que condena a la oposición al ostracismo y solamente le apoyan los partidos que se benefician de su debilidad. Mientras, en las CCAA no favorecidas con el Black Friday de las cesiones, el socialismo languidece debido, también, a su deriva política, alejada de la que lleva a cabo el resto de países occidentales.

Con su pose de modelo y mandíbula relajada, cogido de la mano de Begoña, convertida en víctima de la fachosfera, parecían una pareja de actores a la espera de recibir un premio Goya.

Pero el camino se le oscurece, quedan en la santabárbara los obuses que se reserva Aldama (uno de los suyos) y los que Ábalos (que fue su número 2) pueda lanzar ante la perspectiva de entrar en la cárcel por unos años.