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Ya se habrán enterado de las palabras del exministro Jaime Mayor Oreja en un cónclave antiabortista internacional celebrado en el Senado español: «Entre los científicos están ganando aquellos que defienden la verdad de la creación frente al relato de la evolución». Escalofríos y risas, pero más de lo primero. De entrada, eso es, simplemente, mentira. La evolución biológica no es un relato, está demostrada fuera de toda duda, y los científicos no son creacionistas. Propuso también «una concepción de la persona basada en la antropología cristiana»; pero si es cristiana no es antropología, porque la antropología es una ciencia y como tal se halla libre de dogmas religiosos. El señor Mayor encarnó el nuevo «muera la inteligencia»; es un integrista confeso que, además de ciscarse sin rubor en la genómica y la paleontología, siempre se negó a condenar el franquismo y llegó a declarar que estaba «orgulloso» (sic: orgulloso) «de no saber vasco».

Al igual que el neoterraplanismo, sería gracioso si no fuera trágico. En el siglo XXI, desde esos foros se nos propone el regreso a la Edad Media, a la literalidad de la Virgen María y la paloma, a la quema de libros y a los caudillos por la gracia de Dios, acompañados de antivacunas y negacionistas del desastre ambiental. Si ése es el camino que esta ultraderecha en ascenso pretende, más le valdría dejar de disimular con la apertura de sus seudouniversidades privadas y proponer el cierre de todas las existentes.

Son precisamente la ciencia y el conocimiento quienes deberían tener la capacidad de facilitar el entendimiento –siquiera parcial– de personas y grupos más allá de la ideología. La cada vez más descarada renuncia a la racionalidad conducirá a la imposibilidad del diálogo y el mutuo acuerdo, que tal vez sea lo que se busca y, más aun, lo que ya está en marcha: transitar del debate de las ideas a la lucha por la imposición. Cabe sospechar que ni los ultraderechistas se creen su propio discurso, que no se trate tanto de una cuestión de ignorancia o fanatismo como de maldad, lo que resulta, si ello fuera posible, todavía más inquietante. Ignorancia, locura o malicia, o tal vez una combinación variable de todo ello, elijan Uds.