Gonzalo Zarranz Mariana era valenciano y tenía 49 años cuando estalló la guerra. Llevaba toda su vida ascendiendo en el cuerpo jurídico militar con destinos en Valencia, Menorca y Mallorca. Su mujer, Purificación Vilar, había muerto prematuramente y él vivía en Palma con sus dos hijas, Purita y Marisa. Cuando se anunció el golpe, formó parte de la cúpula militar y fue clave en el envío de la ayuda italiana que decidió la Batalla de Mallorca. Convocaba reuniones secretas en los barcos del puerto, donde ejercía de intermediario entre militares españoles e italianos. El historiador Martínez Bande dice que su «decisión, inventiva y actividad salvó muchos baches en misiones que no le correspondían, pero que estaban pendientes de resolución por la dejadez de otros».
Su relación con los italianos fue tan estrecha que sus dos hijas se casaron con pilotos enviados por Mussolini a Mallorca. La primera fue Purita Zarranz Vilar, la «bella y gentil señorita» que apadrinó la inauguración de la base italiana de Son Sant Joan. Se casó con el teniente Luigi Palazzolo en 1938, pero tuvieron la mala suerte de morir ambos en el viaje de novios cuando volaban rumbo a Italia. Su hermana Marisa se casó poco después con otro as de la aviación italiana: Carlo Alberto Rizzi, el cual había perdido a su hermano Umberto, también piloto, en Teruel. Se fueron a vivir a Milán y pusieron a su primera hija el nombre de la madre y hermana fallecidas: Pura. Allí les sorprendió la II Guerra Mundial. Rizzi volvió a combatir como piloto, se pasó al bando aliado en 1943 y acabó de alto cargo militar en la Italia democrática.
Pura Rizzi (nieta de Gonzalo Zarranz) tiene ahora 85 años y sigue viviendo en Milán. Asegura que no tiene información sobre la guerra en Mallorca porque pasó poco tiempo con su padre: «Volvimos a verlo sólo cuando acabó la guerra. Murió el 16 de junio de 1949 al estrellar su avión averiado en la playa de Cesenatico (mar Adriático) para salvar a un grupo de niños que esperaba para verlo aterrizar. Tenía solo 37 años. Le oficiaron un funeral de Estado y le entregaron la medalla de plata al valor, pero nosotros nos quedamos sin un padre estupendo».
Mientras, el abuelo Gonzalo Zarranz –con su mujer, su primera hija y sus dos yernos fallecidos– consiguió rehacer su vida y se volvió a casar. Siguió ascendiendo hasta ser auditor de las regiones militares de Cataluña y Madrid. Murió en 1969, con 81 años. Su nieto Gonzalo Zarranz Domenech siguió sus pasos. Fue también auditor de guerra y, en los últimos años, presidente del diario valenciano Las Provincias.
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