París bien vale una misa» es una frase atribuida, casi seguro de manera apócrifa, a Enrique de Borbón, pretendiente protestante al trono de Francia y que hizo fortuna para significar que para conseguir lo que de verdad importa, a veces habrá que hacer sacrificios importantes.
Los Reyes de España declinaron la invitación para asistir a la reapertura de la catedral de Nôtre Dame en París, por razones de agenda, aunque ese día no tenían ningún acto importante y el ministro de Cultura declinó por razones desconocidas, pero se sabe, que tenía entradas para el Circ du Soleil.
¿París bien valía una misa? No, en este caso no se trataba de algo prioritario en las relaciones bilaterales. Era conveniente asistir, pero no había nada importante en juego. La excusa de «por razones de agenda» suele interpretarse como que no apetece. ¿Mucho trabajo en vísperas del viaje a Italia? Posiblemente, pero fue un mal cálculo de los Reyes sabiendo que no tienen sustitutos porque la Princesa de Asturias está en fase de formación militar y no sustituye a sus padres hasta que no termine esta etapa. Digamos que la Casa Real no estuvo acertada. Es verdad que 15 días de anticipación para mandar una invitación al Rey es poco tiempo, pero un pequeño esfuerzo hubiese ayudado en la relación con Francia.
Otra cosa distinta es la decisión del ministro de Cultura, sea cual sea la razón de su ausencia. El sí tenía sustituto. Seguro que el Gobierno podía encontrar un ministro disponible, empezando por el de Exteriores. Pero aquí surge otra cuestión. ¿Fue informado el Ministerio de Asuntos Exteriores de la invitación a los Reyes y al ministro de Cultura? Si fue informado jamás debería haber consentido que España quedase sin representación porque era fácil evitarlo. Si no fue informado, significa que funciona muy mal la coordinación entre Casa Real y el Gobierno.
El ministro Urtasun ha tenido escasa lucidez para discernir entre la conveniencia y la obligación. No tiene nada que ver el carácter religioso o no del acto en París ni las creencias del ministro. Es una cuestión de política exterior y si había que comerse con patatas las entradas al circo, pues se comían y ya está.
Tampoco Macron estuvo muy poco acertado con las invitaciones o con el protocolo que se inventó. Sentar a Donald Trump en primera fila (solo presidente electo), entre él y su esposa es un despropósito, sobre todo cuando la esposa de Biden (todavía presidente) asistía al acto.
En política la imagen es más importante que un mensaje. París no valía una misa, cierto, pero quizá escuchar la quinta sinfonía de Beethoven en Nôtre Dame, dirigida por Gustavo Dudamel sí valía un viaje a París.
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