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Habrá que felicitar muy efusivamente a los antiguos alumnos de Montesión    porque sus deseos están a punto de hacerse realidad. El expediente de Bien de Interés Cultural de su antiguo y amadísimo colegio paraliza el proyecto de rehabilitarlo para el uso sociosanitario y residencial de gestión privada. El inmueble de los jesuitas entra ahora en un purgatorio jurídico donde se decidirá qué va a ser de él, y eso va a tener consecuencias. Veamos, hay otros famosos BIC, como el edificio de Gesa, las torres del Temple o Can Weyler, que se pudren ante nuestros ojos a la espera de un proyecto con dinero. Yo ignoro de dónde saldrá la millonada que sustentará la inmensidad de Montesión, ni qué será del colegio si al final se acuerda su protección. Por eso a mí me da que el majestuoso edificio que ocupa toda una manzana del Casc Antic, y que goza de maravillosas vistas sobre la bahía, lleva camino de convertirse en el templo palmesano del Júpiter Capitolino, es decir, una ruina por todo lo alto. Pero espero que el caso se resuelva pronto y bien, sin pleitos ni indemnizaciones. Y un apunte curioso. La vecina y humilde Tercera Orden Regular mantiene la basílica de Sant Francesc y un colegio moderno del arquitecto Josep Ferragut que se hizo posible gracias al patrocinio de doña Leonor Servera, la esposa de Joan March Ordinas. También acoge en La Porciúncula a los últimos jesuitas que quedan en la Isla. Hay que destacarlo, porque la inteligencia que siempre se ha atribuido a los ignacianos no ha sido suficiente, en este caso, para defender la herencia que reivindican sus ilustres alumnos.