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Millones de ciudadanos llevan desde septiembre del año 2022 disfrutando de la gratuidad del transporte público en España. Por el camino, varias convocatorias electorales han aplanado el camino para semejante gracia gubernamental. La crisis, la covid y unas cuantas excusas más, sirvieron de argumentario para mantener dicha medida que, se supone, intenta aliviar los bolsillos de las economías domésticas más sensibles. Ahora, el Gobierno de Sánchez, acaba de anunciar, Podemos mediante, una prórroga de seis meses más, y eso que no parece que haya elecciones a la vista, o sí. Quién sabe. No hay que ser una flecha para saber que de gratis no tiene nada. No lo paga el que se sube, sino que lo pagamos entre todos, no sale del bolsillo de Pedro. La medida, aunque discutible, es popular, promueve el uso del transporte público, reduce las emisiones, el consumo y, sin duda, ayuda a quienes más lo necesitan. Además, va en línea con la base ideológica de la mayoría que gobierna. Poco más que decir. No obstante, nada justifica la improvisación que se llevan con este tema y el juego de la zanahoria y el palo. Gratis o no, pero que se aclaren y dejen ya los jueguecitos. A este paso, que si sí, que si no, llegará un día en el que, al subir al bus, flojito y en silencio, tengamos que preguntar al chofer: ¿Hoy quién paga? ¿Lo pago yo o se paga entre todos?