Según los cálculos del Observatorio Astronómico Nacional, el invierno comenzó este año a las 10 h y 21 m del pasado 21 de diciembre y durará, aproximadamente, 88 días y 23 h, hasta que el 20 de marzo empiece la primavera.
Es el solsticio de invierno, la jornada con menos horas de Sol y con la noche más larga ya que el Sol alcanza el punto más bajo en el cielo sobre el horizonte y describe el arco más corto. A partir de entonces, tras unos pocos días en los que parece no cambiar de lugar (de ahí solsticio, del latín solstitium, Sol quieto), el sol irá ascendiendo y la luz ganará terreno a la oscuridad.
En muchos lugares del mundo, se festeja con el solsticio de invierno, el renacimiento del Sol y, de manera simbólica, el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Los rituales asociados a este día son el origen de muchas de nuestras fiestas alrededor de la Navidad.
Lo que antaño significaba el despertar de la vida dormida por el frío, y el fin del hambre y las carencias, hoy es para muchos el deseo sincero y compartido de que la paz, la armonía y la solidaridad reinen en todo el mundo.
Decía Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, en la Declaración que pronunció en 1950 (donde proponía la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), origen de lo que es hoy la UE), que «La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan».
Esfuerzos creadores que vieron sus frutos cinco años después de terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando los gobiernos europeos, decididos a evitar otra horrible contienda resolvieron poner en común la producción de carbón y de acero, porque así la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría, en palabras de la declaración, «no sólo sería impensable, sino materialmente imposible».
Pensaron, acertadamente, que la fusión de los intereses económicos contribuiría a aumentar el nivel de vida y sería el primer paso hacia una Europa más unida, fundamentada en sólidos valores. También en palabras de Schuman: «Europa se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.»
Así la paz, la libertad y la solidaridad se abrieron paso frente a las tinieblas de la guerra, de la misma forma que la luz vence a la oscuridad en el solsticio de invierno que celebramos.
La paz es hija de la convivencia, la educación y el diálogo. Los valores fundacionales europeos, que son los pilares entorno a los que la UE articula su actuación, son la base de una convivencia segura y pacífica, de ahí que respetar, preservar y defender estos valores debe ser el objetivo primordial de la UE. Confío en que así sea; o al menos, eso necesito creer cada día. Molts d’Anys!
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