Esta mañana soy feliz porque tras jornadas sin tregua en la sección de congelados, que es donde despacho en el supermercado, he podido remolonear en la cama. Anoche llegué reventada. Tomé una ducha caliente y me apliqué el gel a conciencia para quitarme el olor a gambón. No he celebrado Nochebuena porque no tengo familia. Mi tía Lucinda se los cargó a todos en aquella Navidad a oscuras. Cené una tortilla con cilantro y especias como la que sale en una película que veo cuando busco luz entre tanta tiniebla. Un viaje de cien metros se titula. Es un cuento. Lo sé. Caí a plomo en la cama. No era ni medianoche. El reguetón del vecino no consiguió desvelarme. He soñado que me iba de viaje. A una ciudad que también se llama Palma.
Era un lugar de muchas lenguas. A veces, unos hablantes pisaban la lengua del otro. Se entendían pero no querían admitirlo. Así que se dictó un edicto para que todos hablaran un invento de idioma. Se comunicaban con una torre de sonidos muy bella. Lo más importante es que se aclaraban y llegaban a acuerdos. Lo viví de cerca en el bus, gratis, con vehículos eléctricos, con chóferes sonrientes y que ya no daban volantazos. Me cuenta mi vecina de trayecto que la empresa municipal ha aumentado la plantilla y ha conseguido más autobuses.
Me bajo en la plaza de Abu Yahya. Me encanta que ese quesito de calles se llame como el último de los valís de los almohades de Mallorca. No es casualidad que en mi sueño vaya a ese plazuela. Cerca hay una tienda muy bonita donde venden juguetes de madera, ropa para niños, muchos libros. Cada semana escriben en una pizarra una frase que ayuda a levantar el ánimo. Todos los que pasan delante de Curolletes se paran a leerla. En el escaparate han colocado libros preciosos de cuentos de Navidad. Para niños y para las niñas que fuimos como yo.
Prosigo mi sueño paseo por la calle 31 de Desembre y mis piernas se detienen ante un edificio que aún sigue en pie. Se trata de un ejemplo de la mejor arquitectura de inicios del siglo XX y que gracias a ARCA, que son unas personas que cuidan y velan por mantener algunos tesoros de la isla hemos sabido que fue obra de Gaspar Bennàzar. De momento se ha salvado. En mi sueño de 25 de diciembre seguirá en pie. Creo que todos estos milagros han sido gracias a la tortilla de cilantro. Es lo que tienen los sueños. ¡Buen inicio de 2025!
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Cien o diez?