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Escuchar del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, su análisis sobre la situación actual de España confirma el elevado grado de autoestima que se dispensa. Tampoco hay que engañarse, ningún político de este país es capaz de reconocer el más mínimo error, un pecado venial o un simple desliz. Todos se empecinan en interpretar el papel de charlatán de feria, asegurar que sólo ellos son capaces de curar todos los males que sufre España. Lo que ocurre es que con Sánchez se alcanzan límites estratosféricos, el cinismo se exhibe de manera impúdica; como si todos los ciudadanos fuesen imbéciles. Admitamos que hasta ahora no le ha ido mal, si ir bien es ocupar el cargo de presidente, aunque ello no sea parejo a lo de tener el poder. Nunca hasta ahora se había tenido un jefe del Ejecutivo tan condicionado por sus socios. En fin, habrá que ver qué nos depara este próximo 2025.

El que anda enseñando la patita es Alberto Núñez Feijóo. Al hombre le han vuelto a entrar las prisas y ya le hace guiños a Puchi para lo que sea. Conociendo a Pedro Sánchez, lo razonable es armarse de paciencia y dejar que se cueza en sus propio caldo judicial, pero se ve que en el PP estatal todos tienen ganas de cargo ministerial y ya hasta ven con buenos ojos hablar con Carles Puigdemont. Será que Junts ha dejado de ser lo que era cuando conviene. Con este panorama no debe extrañar que Vox acabe recogiendo el voto de un sector importante del electorado conservador, la precipitación del PP legitima al prófugo de Waterloo, además de fortalecer su posición frente al Gobierno en sus exigencias. Feijóo, con su actitud, claudica de su sentido de estado y asume como propias las artimañas de Sánchez para llegar a La Moncloa a cualquier precio. Como el gallego se despiste, Isabel Díaz Ayuso lo tumba. Ojito.

El silencio de Santiago Abascal y Vox con respecto al discurso de Felipe VI confirma que la ultraderecha española desprecia la monarquía mientras no vista uniforme militar, la añoranza de tiempos pasados es un pilar ideológico para este partido; al menos para un segmento muy importante de sus dirigentes. Actitudes como ésta confirman los peores augurios que se hicieron cuando llegaron a la escena política española, el declive en las últimas elecciones generales puede ser un espejismo. El PP no logra acorralar a la extrema derecha y la izquierda mantiene vivo el principal argumento para reclamar el voto de los suyos.

¿Y los regionalistas, qué?

cuando ya podemos dar por finiquitado el 2024, es constatable que el regionalismo mallorquín/balear sigue en estado catatónico. Las formaciones regionalistas, en especial Proposta per les Illes, siguen sin superar la irrelevancia a las que les condenaron las urnas en los pasados comicios autonómicos y municipales; nada se sabe de medidas destinadas a corregir la situación y tratar de recuperar el terreno electoral perdido. Cierto es que sin una plataforma institucional, resulta muy complicado lanzar los mensajes propios y alternativos frente a las mayorías, pero da la impresión que también se ha abandonado la labor de proselitismo más cercano. La hibernación se prolonga a la espera de la llegada de un nuevo líder que insufle ánimo e ilusión a una militancia que intuyo que cada vez es más exigua. Me pregunto si esa persona existe.