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Desde hace décadas el Relato está en manos de la izquierda, esta izquierda que se llama progresista cuando es todo lo contrario. Me parece que este relato se ha mantenido porque la mayoría de partidos conservadores y liberales no han presentado la imprescindible réplica. Quien calla otorga.

Demasiadas veces este discurso se encuentra alejado de la verdad, porque está diseñado por políticos sin escrúpulos que no han dudado en manipular o falsear la historia y por lo tanto la verdad. Para Spinoza, lo verdadero es la idea adecuada porque es completa, mientras que lo falso es una idea mutilada que, como simple parte, pretende ser todo.

La ley de memoria histórica 52/2007de Rodriguez Zapatero por su partidismo, exhibe serios problemas de credibilidad. Esto ocurre cuando una media verdad mal contada, se convierte en una gran mentira. Él mismo reconoció en una entrevista que era para tensionar la vida política. Hoy Rodriguez Zapatero es el mayor defensor de la narco dictadura venezolana. Muchas veces he comentado que sembró la semilla del odio, dando lugar al conocido guerracivilismo. Para él solo unos fueron perversos, los otros víctimas. Mayor falsedad es difícil de remontar.

Desde entonces vemos que la izquierda fracasada y carente de proyectos creíbles o bien porque entramos en campaña electoral, saca unas víctimas de hace 90 años. La ley 20/2022 de la memoria democrática es más de lo mismo y está diseñada por su discípulo preferido, Pedro Sánchez. Yo creo que la historia debe ser escrita por historiadores no por políticos.

Ambas leyes fueron mal redactadas y si aparentemente buscaban la reconciliación, su desarrollo ha demostrado ser todo lo contrario, imposición del relato socialista y comunista que ha borrado de la historia sus atrocidades. El PP dice que una ley de memoria democrática tiene que responder a la verdad histórica; «ser inclusiva, y no exclusiva» y debe servir para «unir y no para confrontar». Alberto Núñez Feijóo, recordó que él se comprometió a derogar la Ley de Memoria Democrática.

VOX solicitó la derogación del la ley de memoria histórica y destacaba más tarde que la imposición de la mal llamada ‘memoria democrática’ como política de Estado supone «exaltar la memoria de unos españoles y despreciar la memoria de otros».

Con Rodríguez Zapatero se abrió una época de políticos de segunda generación, que confunden la política con la técnica electoral, la frivolidad como algo consustancial con la acción de gobierno, la obsolescencia ideológica como base del pensamiento político y el adanismo como principio de actuación. También desprecian la estabilidad y progreso en el que han crecido: La Transición.

Muchos nos preguntamos si el guerracivilismo no tiene otra finalidad que desdibujar la historia cruel de socialistas y comunistas durante la guerra civil, o de nuevo tensionar y dividir a los españoles en buenos y malos.

Es sorprendente que nos centremos ahora con actos y celebraciones sobre el franquismo, pasados 50 años de su termino y que hayan perdido la memoria sobre las atrocidades más recientes, como el terrorismo de ETA, del Grapo o de los atentados terroristas de los islamistas perpetrados en las Ramblas de Barcelona.

Nos quieren hacer olvidar la reciente amnistía para delincuentes socialistas y asociados, la colonización de las empresas públicas, la inmensa generación de la deuda pública, la sumisión a las exigencias de los separatistas catalanes, la falta de auxilio a las víctimas de la DANA al no querer declarar la emergencia de nivel nacional, o en ocultar la inmensa corrupción que rodea al presidente Sánchez, a su familia, a su gobierno y a su partido.

Estamos sufriendo una deriva que pone nuestra democracia en grave peligro. Han desmontado y fragilizado el Estado, hasta tal punto que han sido incapaces de declarar y gestionar una emergencia nacional.

Nuestro admirado Alejo Vidal Cuadras nos dice en un artículo del 28 de agosto de 2022, sobre el odio como herramienta política: esta estrategia innoble fue utilizada ya por Zapatero, Sánchez la ha llevado a su extremo más deletéreo. Consiste en fomentar el antagonismo feroz entre la izquierda y derecha sin matices ni ecuanimidad alguna, empleando sin el menor escrúpulo la caricatura, la mentira, la calumnia, la reinvención de la Historia o la etiqueta infamante para crear una imagen del adversario político tan injusta como repulsiva.

No se dejen engañar, la verdad la encontramos en la honestidad, el conocimiento y la educación, no en el odio y sectarismo.