Tras las consabidas felicitaciones y deseos de paz y amor del Año Nuevo, volvemos a ser quienes somos: seres para el conflicto. Tal vez nuestro drama humano irreductible, que ni sociólogos ni psicólogos ni educadores han podido solventar, sea la incapacidad para el entendimiento.
Todo es, de alguna forma, política en esta vida. Desde la relación de pareja, donde debemos negociar los entendimientos, los gustos y las emociones, hasta cualquier otra interacción humana, porque política es el arte de negociar allí donde convergen más de uno, de conjugar las identidades e intereses de personas, grupos y países, ya que tanto unas como otros arrastran una historia y por tanto una idiosincrasia, una personalidad y una visión del mundo. Pero una y otra vez, como una maldición, la disputa vence al entendimiento y pasamos del cariño a la amargura y de ésta al odio, y de la discusión al enfrentamiento y la guerra.
¿Por qué somos así, por qué nos causamos mutuamente dolor cuando todos decimos preferir la felicidad, sea lo que sea eso? Tal vez porque está en nuestros genes egoístas, o tal vez porque estamos perdidos en la torre de Babel de las palabras, o quizás por estos tiempos presentes de lealtades líquidas, que diría Zygmunt Bauman, por esta posmodernidad fugaz, individualista y codiciosa, que sólo rinde pleitesía a la diversión y el consumo.
Tal vez, cuando la buena voluntad no es suficiente y las mejores intenciones naufragan en el malentendido y la incomprensión, en la ruptura y el odio, sea precisamente el difícil momento de intentar entender más que nunca las motivaciones y las necesidades ajenas, de afrontar nuestra dificultad de ponernos en la piel del otro, de sentir lo que siente, de escuchar sus razones. Como personas y como especie, somos víctimas de nuestra propia torpeza a la hora de sentir empatía, solidaridad, aceptación. Puede que suene cursi, pero debería ser el amor, en su más amplio sentido, la motivación última de nuestras conductas y relaciones; así lo han predicado, aunque con escaso éxito, religiosos, humanistas y filósofos. Tal vez, tal vez, algún día, algún año de estos que estrenamos cada enero. En todo caso, paz y amor para ustedes. Vamos a intentarlo.
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