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Es bastante sabido que cuando en la moral interviene la contabilidad (número de víctimas, niños, mujeres y civiles bombardeados, cuantías estafadas, cifras de corruptos), se reduce mucho y acaba por desaparecer, igual que la moral cuántica acabó con la científica estándar hasta propiciar teorías físicas casi espirituales. Metafísicas. Hablar de contabilidad moral es como hacerlo, por ejemplo, de astrofísica moral, siendo así que en la astrofísica no hay moralidad alguna. Es otra cosa. Pese a esta contradicción, y a la imposibilidad de sumar peras y manzanas con resultado de melones, la moral siempre fue muy cuantitativa, como un balance contable de pérdidas y ganancias (de ahí que el cura confesor siempre pregunte cuántas veces), y no es lo mismo asesinar a tres que a trescientos. Vale, un poquito de contabilidad puede que haga falta para los juicios morales, pero como en la actualidad todo tiene que ser contabilizado al milímetro y la décima de segundo, medido y pesado hasta los microgramos, incluidas las magnitudes imposibles de medir (las culpabilidades), el resultado es que la moral pública no sólo ha desparecido, sino que es ya una extensión de la contabilidad. Depende exclusivamente de cómo se contabilice. Y de cómo se contabilice qué. De ahí que el PP (¡el PP!) haya despedido el año 2024 como lo empezó, contabilizando una corrupción del Gobierno jamás vista (¡el PP!), con un balance de pérdidas y ganancias escandaloso. Si la moral es mera cuestión de contabilidad creativa, puede ser cualquier cosa, como todavía demuestra a diario Israel al convertir sus atrocidades morales y asesinatos en masa en defensa propia y restitución histórica. ¡Ah, la contabilidad moral! Qué sorpresas nos está dando. Contabilizando gustos y tendencias, resulta que ya sólo comemos basura. De algoritmo, pero basura. Y claro, si todo es contabilidad, por qué no la moral. No es que la moralidad pública establecida haya sido nunca gran cosa, al contrario, y no voy a lamentar su desaparición. Es decir, preferiría que hubiese desaparecido del todo a esta siniestra moral contable que hace las veces. Pérdidas y ganancias es la cuestión. Incremento de beneficios. Etcétera, etcétera.