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El amor, qué tema tan habitual y tan manido, lo mismo que esas fiestas navideñas que acabamos de pasar, ¿no es así? ¿A quién, a fin de cuentas, le amarga un dulce o no se queja a posteriori de empachos de todas clases, a pesar de que sepamos ya que un año tras otro nos es ofrecida la misma e identitaria aparatosidad en torno al cambio anual? ¿Y qué decir de los eternos buenos sentimientos y la inmutabilidad de los mismos? ¿Y no es acaso la quintaesencia del asunto mezclar ambos en películas románticas que sucedan además en estas fechas tan señaladas? Pues mira tú por dónde que el otro día, aprovechando la ocasión, me puse yo a ver aquella comedia romántica navideña llamada Love Actually en la que actuaban un buen puñado de figuras relevantes de la época, y pensando que a pesar de la veintena de años transcurrida desde entonces (y a veces parece imposible el asunto del paso del tiempo, de verdad), pensé que probablemente se mantendría bastante fresca... y sí, mira tú: fresca del todo, tanto que una de las parejas se conoce durante la filmación de películas para adultos, en las que mantienen un diálogo chispeante mientras actúan con toda naturalidad y como dios les trajo al mundo, mientras que en otro momento determinado es una de las estrellas principales quien no tiene reparo en mostrar su hermoso torso junto al correspondiente partenaire masculino, que hace lo propio. Y ahí, para mi sorpresa, me di cuenta de que sí, que hay cosas que cambian con el tiempo, puesto que no estoy yo muy seguro de que ahora mismo nadie se atreviera a incluir escenas tan explícitas (y por otra parte tan inocentes) en una comedia para que toda la familia entera pudiera disfrutarla en Navidad. Así son estos tiempos de 2025...