Julio E. Marco Franco
Julio E. Marco Franco

Doctor en Economía

La sustancia

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Esta película de moda (2024), que optó a cinco Óscares, está escrita, dirigida y coproducida por Coralie Fargeat. Que una persona se lance a buscar productos para no envejecer, sin conocer quién los fabrica ni sus efectos adversos, y se los inyecte por vía intravenosa indica el grado de frustración y enajenación al que puede llegar un ser humano. Es la búsqueda de la juventud, la cima y la grandeza eternas. Un individualismo egoísta, de culto al físico, negocios siempre crecientes y más consumo. Compras innecesarias a crédito, aun sin seguridad en el empleo, en una loca ruleta rusa. Pero el crecimiento o grandeza incesante choca con un planeta que no se puede estirar y de recursos limitados. Lejos quedan las palabras de J. F. Kennedy en la ONU, hablando de paz y cooperación internacional: «Este planeta nuestro es demasiado pequeño para el conflicto y demasiado grande para la cooperación». Se pretenden quimeras individuales, metas inalcanzables, que causan frustración y estrés, un factor importante en la búsqueda de la evasión de la realidad mediante las drogas. La crisis del fentanilo en los EEUU es el último de los brotes relacionados con el consumo de estupefacientes que ese país sufre periódicamente. El antropólogo y académico José María Bermúdez de Castro decía hace unos días en el Cercle d’Economia que los seres humanos seguimos siendo tribales y violentos. Demi Moore, coprotagonista de la película, reconocía en una entrevista a Excelsior que la violencia extrema nos rodea, particularmente a las mujeres, y no solo externa sino la relacionada con el atractivo vinculado exclusivamente al físico, que conduce a trastornos alimenticios, etc. La verdadera lucha contra el binomio frustración-droga no es hablar de divisivas grandezas y poner soldados en la frontera, sino promover la resiliencia y la solidaridad. La adversidad siempre llegará y hay que aprender a luchar contra ella. Una sustancia, sea la que sea, no la solucionará.