Miquel Alzamora
Miquel Alzamora

Periodista de Deportes

La mesita de noche

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En ocasiones se mide la evolución del hombre acudiendo a los inventos trascendentales que han marcado los siglos hasta llegar al lugar donde nos encontramos. En mi caso es más sencillo eso de valorar la evolución, basta con echar un vistazo a la mesita de noche. De niño solo la ocupaba una lamparilla de luz tenue amarillenta. De adolescente un radio cassette, al que después le acoplé unos auriculares. Algunos años más adelante busqué espacio para un par de libros de Conan Doyle y con el paso del tiempo no había ni cassette ni libros, solo un cenicero hasta los topes y una radio para escuchar a Supergarcía y después a Pumares. Llegados a este punto nos adentramos en la época de cargadores de móviles, que es cuando todo empezó a involucionar. Ayer observé la terrible realidad. Al cargador hay que unir el teléfono, la tablet, la media docena de libros, el ebook, la radio sin pilas, las pastillas para dormir, tres periódicos de papel de fechas indeterminadas, los tapones de los oídos, un cuaderno para tomar apuntes, una botella de agua que ha pillado un color sospechoso, el despertador y el juguete preferido de la gata pequeña, que suele dejarlo en la mesita por si acaso se me ocurre jugar con ella. No hay espacio para la lamparilla de mi niñez, que está pillada con una pinza en el cabezal de la cama. Mi evolución podríamos decir que está en la mesita de noche. Ahora necesitamos libros, series, podcast y un enorme abanico de artilugios para dormir. Antes, cuando te echabas en la cama, cerrabas los ojos y se acabó. Hoy necesitamos muchas cosas de día, pero también de noche. En ocasiones la evolución del hombre se mide por lo idiota que puede llegar a ser, me digo a mí mismo. Se trata de irme a dormir, no de interferir en la vida cotidiana entre Trump y Musk.