Miquel Serra
Miquel Serra

Consejero editorial del Grupo Serra

La propaganda

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Converso con mi amiga Carolina Shutz. Ella, que es biznieta del intelectual y político exiliado Gabriel Alomar, trabaja en los juzgados de Maryland. No le pregunto por Ucrania, sino por la política de recortes de Trump de la mano del funcionario-multimillonario Elon Musk, y me responde: «Están decididos a poner fin a la corrupción gubernamental en este país y no van a desistir». Me lo tomo con escepticismo, pero ella, hábil, me envía la dirección web doge.gov, que pertenece al departamento de eficiencia presupuestaria que dirige Musk. Su objetivo es recortar el «despilfarro» de 65.000 millones de dólares. «Todo lo que están encontrando está aquí, quieren que haya transparencia», dice Carolina. Entro en este portal y leo cómo se suprimen fondos para los pueblos indígenas o para la circuncisión en Mozambique; para consultorías sobre educación, inmigración o ‘justicia ambiental’, además del pago de pensiones a personas que fallecieron hace años. Y más, muchas cosas raras más. Carolina me envía también el vídeo de una reunión en la Casa Blanca donde Musk explica que su trabajo es «esencial para evitar la bancarrota». Me sorprendo, porque ese Musk es el mismo que acaba de enviar uno de sus cohetes a la luna con la participación de la NASA, que se nutre de fondos públicos. ¿Acaso no se podría considerar este proyecto un despilfarro? ¿O, peor, un negocio propio pagado por todos los estadounidenses? El gasto público siempre ha respondido a los intereses de quien tiene el poder. Parece mentira la propaganda de Trump y Musk para hacérnoslo olvidar.