Hace ya más de tres semanas que en la Glorieta de Pau Casals, junto al Centro de Salud de Santa Catalina, duerme un indigente que deja allí sus pobres pertenencias (bolsas, mantas, restos de bebida, una butaca, etc.). Además de la pésima imagen, se corre el peligro de que algún niño, jugando, pueda herirse o beber algo de las botellas esparcidas. Creo que incluso el propio centro de salud no puede abrir las ventanas por el mal olor que se desprende.