Crónica Negra, con Julio Bastida y Javier Jiménez | Silvia Díaz
En 2002, Sebastià Monserrat Tomàs, un septuagenario acaudalado, con fincas en Llucmajor, su pueblo natal, y una salud delicada, contrató a un asistente del hogar para que le cuidara. Según el trabajador, el pacto fue que le haría heredero de sus bienes a su fallecimiento. Poco antes de Navidad, el jubilado apareció salvajemente asesinado en su dormitorio de Pere Garau, en Palma, con el cuerpo cosido a puñaladas. Poco después fue detenido Manuel R. G., de 36 años, el hombre que lo cuidaba, que confesó el crimen alegando que había enloquecido «porque se me insinuó».