¿Qué visión aportará el próximo martes en el debate?
— Que la inmigración es uno de los grandes retos que tenemos en Cáritas y es un tema muy adecuado para tratar en este momento. Cuando ahondas en toda la situación post COVID, yo creo que hay una realidad que vivimos en el día a día de nuestro trabajo: los múltiples y complejos descartes que se producen en mujeres que son inmigrantes. Las personas migrantes han sido las que menos ayudas sociales han recibido.
¿Cómo abordaron la situación cuando las ayudas no llegaban a todos?
— Nosotros hemos trabajado y apoyado a las administraciones públicas en cuestiones de personas sin hogar y sin recursos, no solo aumentando nuestras plazas, sino poniendo ideas a fin de ayudar a todos los colectivos.
De hecho, tuvieron que ampliar las ayudas sociales para colectivos más vulnerables en la pandemia.
— No solo el número de ayudas, sino que han coincidido diferentes problemas: la dificultad de acceso a la Administración, renovación de papeles, las ayudas por los ERTE. Cualquier beneficio ha llegado menos a este colectivo, cuando su situación de pobreza ya estaba sobrerepresentada. Por decir cifras, Cáritas ayudó a 1,77 millones de personas durante la pandemia, de las cuales 500.000 vinieron por primera vez o después de mucho tiempo. El perfil del solicitante ha sido, mayoritariamente, mujer, cabeza de familia de un hogar con menores a cargo e inmigrante.
¿Cómo protege la organización a las mujeres migrantes?
— Las mujeres migrantes son protagonistas en los procesos de acogida de familia y en los procesos que Cáritas hace en la formación del empleo. En ese camino nos damos cuenta de muchas dificultades y no solo la de sacar adelante a sus hijos.Trabajamos con ellas en ese apoyo a través de intermediación, cuidados, apoyo a la familia, etc.
¿Qué efectos ha producido la crisis sanitaria?
—Que hemos sido capaces de llegar a más gente, con nuevos medios y nos hemos tenido que reinventar. Hemos sido también testigos de muchos cambios en el acceso al empleo, a la vivienda, a la salud o a la educación y hemos visto cómo han sido vulnerados estos derechos por la digitalización. Este cambio ha afectado a nuestra organización.
¿Cree que los recursos para ayudar a las personas migrantes son suficientes?
— Ojalá que sí, pero no es una cuestión que podamos resolver las organizaciones porque no es un tema de acogida, sino de integración. Para eso debe haber toda una clase de políticas a medio plazo. Es una cuestión de protección en el tránsito entre fronteras, que es algo complicadísimo. En todo este tema, las mujeres son las más vulnerables y por eso creo que es importante saber que esto no depende de nosotros, sino de evitar que esas personas, en su marcha, no sufran.