Conferencia íntegra de José Antonio Marina. | Youtube Ultima Hora

La palabra ‘resoluto’ se compone del término en latín solvere, que significaba tanto solver –de solucionar– como soltar o desatar. Esta acepción múltiple del término permite jugar con él y, por ello, alguien resuelto es quien no solo se muestra diligente y capaz, sino también libre y audaz. Todo eso fue este miércoles por la tarde el filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939), que llenó el Aljub de Es Baluard Museu d’Art Contemporani en una conferencia organizada por el Club Ultima Hora-Valores. En la charla, bajo el título de ¿Cómo funciona la inteligencia humana cuando surge un conflicto?, el catedrático y Premio Nacional de Ensayo departió sobre varias temáticas englobadas bajo el paraguas general de la diferencia entre conflicto y problema y cómo nos enfrentamos a ellos.

Fue Carmen Serra, presidenta del Grup Serra, quien dio las primeras pinceladas sobre el protagonista de la noche. «Se nos ha quedado pequeño el Aljub», señaló antes de comentar que «podríamos repetir esta charla durante varios días más y en todos se llenaría». Razón no le faltaba, ya que fueron necesarias más sillas de las que se colocaron en un primer momento para dar cabida a todo el público que se acercó al museo para ser partícipe del conocimiento de Marina.

Presentación

Fue la veterinaria, oradora, formadora y coach Mar Félix quien hizo la presentación del filósofo y quien medió luego entre el pensador y un público muy participativo y atento a las palabras del toledano. Félix repasó los muchos logros, reconocimientos y publicaciones que Marina cuenta en su haber. No todos, claro, porque sería imposible, y preparó a la audiencia con un aperitivo, nunca mejor dicho, que ella misma había experimentado comiendo con Marina ese mismo día: «Decir que charlar con él me ha nutrido queda muy bien, pero también podría decir que me ha hecho menos cateta», señaló con humor antes de dar paso al verdadero protagonista.

Marina recogió el testigo agradeciendo las palabras de Félix, señalando que «después de una presentación así, lo mejor que puedo hacer es callar», y haciendo lo propio por la invitación del Grup Serra. Tras ello, Marina comenzó su discurso, que arrancó con una declaración de intenciones de la manera en la que muchos deberíamos tomarnos casi cualquier tarea de la vida diaria: «Les decía a mis compañeros docentes que deberíamos dar clases como si la salvación del mundo dependiera de ello». Y así fue como encaró una conferencia en la que confesó «tener prisa» por explicar «un par de cosas que veo con claridad a estas alturas de mi vida: que la mayor creación de la inteligencia es dirigir el comportamiento, y la bondad» y preguntar «¿por qué, si somos tan inteligentes, hacemos tantas tonterías?».

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La moderadora del acto Mar Félix junto al filósofo José Antonio Marina.

Ante esta tontería generalizada, en la que incluyó maldades y «movimientos civilizatorios regresivos como en Ucrania y Palestina» bajo el prisma de que «a pesar de tanto progreso, matar a alguien es lo mismo ahora como lo era hace 20.000 años», la propuesta de Marina pasa por una «vacuna contra la estupidez», ya que esta última es «la enfermedad humana que más víctimas ha generado, sin ninguna duda», indicó el de Toledo.

Su diagnóstico, tal y como expresó, se debe a una falla en lo que denominó «síndrome de inmunodeficiencia social», el cual padecen no tanto las personas a nivel individual, sino las sociedades, y que se caracteriza por el hecho de no permitir «la identificación de los problemas» o, en el caso de identificarlos, «no ser capaces de luchar contra ellos». Ante ello, Marina propone «saber identificar los problemas» para poder, primero, señalarlos y, luego, atajarlos. Ahí aparece la «inteligencia práctica», en la que «lo mejor no es el conocimiento, sino la acción capaz de resolver problemas».

Y como si de un hilo se tratara, Marina siguió tirando de la estructura de su discurso para llegar, así, a aquellos obstáculos que no afrontamos como individuos, sino como colectivo, y que debemos encarar conjuntamente. «Toda inteligencia individual se desarrolla en un entorno que la bloquea o potencia, y la inteligencia compartida socialmente se enfrenta a cosas que nos afectan y suceden a todos». Dicho de otra manera, habló de política. No obstante, no entendida como el desempeño de funciones de los gobernantes, sino como la labor de cada miembro de la polis a los que emplazó a «ser conscientes del poder que tienen, porque si no serán borregos apacibles».

Por ello, aunque «los enfrentamientos entre humanos son irremediables», Marina propuso en su parlamento cambiar la óptica de cómo encararlos: «En lugar de verlos como conflictos, podemos verlos como un problema en común a resolver». Es por ello que el filósofo propuso deshacer la distinción entre la sociedad civil y la política que hoy hemos creado porque «el talento político, que es la profesión más importante de todas, no debe desarrollarse en unos, sino en todos».

No ocultó, eso sí, que el panorama actual tiene una «muy mala conversación y cuando todo cae, es difícil no caer», pero manteniendo abierta la puerta a la esperanza de que «el gran político, el que deberíamos formar, es el que tiene el talento de transformar un conflicto en un problema». Y el resultado de las buenas soluciones es «la bondad de encontrarlas y la valentía de ponerlas en práctica».

El objetivo final que debemos perseguir, continuó Marina, es la «pública felicidad», comentó al final de su oratoria justo antes de citar el epitafio de Max Aub como máxima que debería regir todas nuestras acciones de cara al futuro y al deseo de mejorar el mundo que nos hemos encontrado: «Hice lo que pude. Frase que me parece maravillosa», remató.

El turno de preguntas fue intenso, con muchísimas manos levantadas, varias de las cuales se quedaron sin contestar por simples razones de tiempo, y en ellas los miembros del público interrogaron a Marina por su opinión sobre el éxito, el cual definió el filósofo como la unión de «vivir cómodamente, tener relaciones afectivas significativas y sentir que progreso en algo»; sobre el sentido del trabajo, del cual confesó los «problemas que estamos identificando, pero no sabiendo resolver bien»; y hasta comentó la importancia de educar en valores éticos y, en concreto, de potenciar la compasión en los niveles escolares porque «hay problemas que solo tienen soluciones éticas».

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El público, que llenó por completo el Aljub de Es Baluard Museu d’Art Contemporani, disfrutó del evento.

En la sociedad de la prisa y del ‘no tengo tiempo para aquello y lo otro’, José Antonio Marina llenó una hora del tiempo de todos los presentes con algo preciado y valioso por escaso: la reflexión, que, volviendo al principio, en todos los sentidos, significa etimológicamente ‘darle una vuelta a algo’, doblarlo, flexionarlo. Es decir, no aceptar lo que nos viene dado tal y como se nos ofrece, sino pararse un momento a pensar las cosas por uno mismo.

Y para finalizar un exitoso evento en el que la ovación final fue tan sonora y poderosa como las palabras e ideas pronunciadas por el orador, Marina animó a todos a «hacer lo que puedan» en este mundo en el que nos encontramos y, como colofón, citó no a un filósofo, un escritor ni un poeta, sino un grafiti: «Debemos dejar el pesimismo para tiempos mejores».