Ha recibido muchos reconocimientos a una trayectoria que no ha terminado, ¿piensa en jubilarse?
— En medicina y en el amor no se puede decir siempre ni nunca. No lo sé. Llevo 54 años. Me jubilarán. Tengo la suerte de que mi profesión me gusta y los trabajos que realizo en la actualidad son muy llevaderos. Esencialmente ahora hago de consultor. En la Mutua Balear me ocupo de pacientes que deben ser intervenidos y tienen alguna patología asociada; y en la PalmaPlanas mi misión es apoyar al servicio de Medicina Interna en pacientes complejos, ocuparme de la docencia del hospital y llevar un control de la mortalidad. Todo ello de forma muy llevadera y sin presiones por parte de las correspondientes direcciones.
En su caso su profesión parece una forma de vida.
— Ha sido uno de mis grandes aciertos. Lo tuve claro desde el Bachillerato.
Además de médico, ha investigado mucho en los ámbitos más diferentes, ¿qué es lo que más le gusta?
— Yo pertenezco a una época de Medicina Interna en la que estaban naciendo las especialidades. La mía te da una visión global del paciente, sabiendo que también tiene sus limitaciones, por lo que es importante saber cuándo recurrir al especialista, parcialista, que dada la tecnificación actual de la medicina, es una figura imprescindible.
Se habla tanto de precisión que parece que se ha olvidado su figura, ¿están bien valorados?
— La figura del internista es muy semejante a la del médico de Familia pero en el hospital. Ambos están bien valorados pero en el segundo caso muy sobrecargados, lo que les dificulta realizar bien su trabajo.
Realizó una tesis sobre la planificación hospitalaria en Mallorca para situaciones de catástrofe, ¿estamos preparados?
— Sí. En mi formación como médico militar se me ocurrió hacer esta planificación. Fue una tesis muy práctica que llegó a tener un premio y a editarse por la Conselleria de Salut.
¿La COVID fue una catástrofe sanitaria?
— Sí, es una desproporción entre la demanda asistencial y los medios disponibles. Como curiosidad, contacté con todos los países del mundo importantes y ninguno consideraba la posibilidad de una catástrofe sanitaria como ésta. Yo tampoco en mi tesis, aunque sí lo es.
Ayudó también a identificar la dolencia de Andrade.
— Hace siglos que la enfermedad existe en Mallorca, parece que por unos inmigrantes portugueses llegados en la Edad Media pero no se había identificado. En 1980 identifiqué la polineuropatía amiloidótica por primera vez, aunque no pude confirmar que era la enfermedad de Andrade porque no se había descubierto el marcador todavía. Llegó años después.
Otro gran hito es describir la causa de la parálisis del calzado, ¿de qué se trata?
— Todos los años había epidemias en el Raiguer de parálisis. Se pensaban que era un virus hasta que se me ocurrió identificar las colas que empleaban y comprobé que contenían el disolvente n-hexano, del que los japoneses habían publicado que era causa de parálisis. Con su retirada desaparecieron las epidemias, probablemente por eso me dieron el premio Ramon Llull.
¿Cree que se investiga lo suficiente en Medicina?
— Mi percepción es que cada día más aunque no lo suficiente. En nuestra comunidad se ha progresado de forma muy destacada desde que se creó el IdISBa.
¿Cómo ve el futuro de la medicina con las nuevas tecnologías que están llegando?
— La inteligencia artificial es una ayuda y en Medicina, bien empleada y conociendo sus limitaciones, puede ser muy útil para el diagnóstico y el tratamiento. Ahorrará tiempo y desviaciones pero no creo que llegue a sustituir a los profesionales porque siempre existe la creación.
¿Es el sistema sanitario español de los mejores del mundo?
— Sí, en especial para las patologías graves. Tal vez menos para una gripe pero sin duda para un problema cardiaco, el equipo de Son Espases es de los mejores.