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Ozana María do Santos, una brasileña de 50 años que residía en Inca, desapareció en marzo de 2006. Comentó que había sido invitada a un fiesta, aunque luego se confirmó que no era cierto, y se marchó de casa. A la mañana siguiente hizo una llamada desde su móvil a una de las tres amigas, pero la comunicación se cortó y no llegó a hablar. Desde entonces no se han tenido noticias suyas.

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En los primeros días se pensó que la sudamericana había abandonado voluntariamente la Isla. Sin embargo, luego comenzaron a surgir datos sospechosos y perdió fuerza esa posibilidad. La mujer residía legalmente en España y no tenía motivos para huir. Gentes del entorno de Ozana señalaron en su momento que era una mujer «a la que no le importaba irse con quien fuera, puesto que lo único que le interesaba era hacer dinero», ya que enviaba dinero a Brasil para su familia. Sus amigas siempre le decían que tuviera cuidado con ciertos individuos que frecuentaban los prostíbulos de Inca y de Llubí, y que tenían un carácter muy irascible. Ozana, en cambio, no hacía caso a esos consejos y entre sus clientes había personajes poco recomendables.

Ozana, que estaba divorciada y tenía tres hija en Brasil, se casó en un matrimonio de conveniencia, pero ella residía con tres amigas de su misma nacionalidad, en un piso situado cerca del local de Inca donde trabajó. Su hija, Susana Maria Moura, vino a Mallorca para buscar a su madre y concedió una entrevista a Ultima Hora en septiembre de ese año. La joven se decantó por la hipótesis de que un psicópata hubiera matado o secuestrado a su madre, porque estaba convencida de que no había desaparecido por su propia voluntad.