Una ceremonia íntima devolvió ayer al mar las cenizas de John
Kennedy, su esposa, Carolyn, y su cuñada Lauren, que volvieron a
las aguas de las que fueron recuperados, aunque esta vez
acompañados por sus familiares.
El mar, al que el clan Kennedy ha estado unido durante décadas
desde su complejo familiar de Hyannisport, tal vez en busca de la
serenidad que le han negado las repetidas tragedias familiares,
recogió las cenizas de las tres víctimas del accidente del
viernes.
El funeral estuvo marcado por las estrictas medidas para
mantener la intimidad de las familias, y se celebró en aguas del
Atlántico muy cera del lugar de donde el miércoles se recuperaron
los cadáveres.
La ceremonia solemne, de la que estuvo alejada la prensa, fue
oficiada a bordo del destructor «Briscoe» por un sacerdote católico
y por dos capellanes de la Marina estadounidense.
El funeral se realizó en la plataforma de popa del buque, donde
pudo verse a un grupo de personas, entre las que se adivinaba el
color blanco de los uniformes de los marinos.
Bill y Hillary Clinton acudieron a ese funeral.
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