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Al pequeño David le quedaba sólo un mes para cumplir los tres años cuando Yan Yu, el chino que estuvo trabajando en el restaurante de su abuelo, le asesinó.

Los forenses Emilia Salas y Javier Alarcón, que realizaron la autopsia al cadáver del pequeño y el de su madre, explicaron al jurado el resultado de su estudio. El niño murió degollado. El cuchillo, de unos 15 centímetros de hoja, realizó una proyección de izquierda a derecha, y de abajo a arriba. La herida era muy profunda y llegaba casi a la altura de las cervicales. Esta herida, según los forenses, es el paso previo a la decapitación. Los médicos incidieron en que el agresor debió coger a la víctima por la espalda y degollarla con el arma. Se trata de una lesión que precisa mucha fuerza, y que impide a la víctima poder defenderse.

Quien sí pudo hacer frente al agresor fue su madre, Xu Weidi. La mujer también murió degollada. Se vio sorprendida por el ataque del ex empleado del restaurante, pero se produjo una desproporción de fuerzas entre la víctima y el agresor, puesto que éste iba armado. El cadáver de la mujer presentaba más de 25 heridas, la mayoría de defensa. Los forenses creen que la mujer intentó defenderse con sus piernas, pero no pudo evitar morir apuñalada. El acusado, que estuvo casi tres días huido, también presentaba algunas lesiones, pero la mayoría se trataba de pequeños arañazos. Se cree que se los produjo con el roce de alguna rama.

El jurado, a petición de la defensa, escuchó ayer el contenido de una carta que envió el acusado al padre de Xu Weidi. En esta carta le señalaba que estaba enamorado de su hija, y que no sería capaz de amar a otra mujer. «No encontrará una persona mejor que yo», escribió Yan Yu, que se dirigía al dueño del restaurante con la palabra «maestro». El acusado le exigía volver a trabajar en el restaurante y le indicaba que no podía soportar más la tortura psicológica que, según él, estaba sufriendo.