Las vistas desde uno de los laterales del colegio Gabriel Alzamora
no son, precisamente, bucólicas. Los escolares, de edades
comprendidas entre los 3 y los 11 años, presencian a diario como
decenas de heroinómanos se introducen en un solar abandonado y se
inyectan su dosis, a sólo 10 metros del centro y desconociendo que
aquellas miradas cándidas los observan desde las ventanas.
La situación, en las últimas semanas, ha degenerado. El colegio
público se encuentra ubicado en la calle Escuela Graduada, frente a
las Avenidas, y justo detrás discurre la conflictiva calle Mateu
Enric Lladó. «Antes nos tocó vivir la invasión de las prostitutas,
pero lo de ahora es mucho peor. Todas las madres comentan
escandalizadas que sus hijos han visto cómo se pinchan los
'yonkies', y, la verdad, ése no es un espectáculo que deban ver
niños tan pequeños», cuenta María José Pérez, de la Asociación de
Padres de Alumnos (APA).
El solar utilizado como 'picadero' ha sido tapiado en dos
ocasiones, pero los toxicómanos han abierto un boquete por el que
se introducen. Ayer, este periódico fue testigo de cómo en sólo
diez minutos cuatro 'yonkies' se 'picaban' o esnifaban en aquel
terreno, a las doce del mediodía y ante la mirada entre atónita y
curiosa de los escolares. «Nunca los niños habían pedido tanto ir
al baño como ahora, y lo hacen para poder asomarse por la ventana y
ver a esos desgraciados», comentan los profesores. El espectáculo
ya es denigrante cuando los heroinómanos salen del solar, con la
mirada ausente y el brazo ensangrentado, y se topan con los críos a
la salida del centro.
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