Mientras ayer ardían las dos terceras partes de la periferia de
la ciudad de Sydney, unos 5.000 bomberos y voluntarios quemaron
trozos de bosques para evitar que con las proyecciones el fuego
alcance las zonas urbanas. Por la noche, centenares de residentes
fueron evacuados de los suburbios de Heathcote y Engadine, en el
sur de Sydney. El centro de la capital provincial, Sydney, continúa
cubierto por una espesa capa de humo que dificulta la visibilidad y
los altos niveles de contaminación complican la respiración de las
personas. El 70 por ciento de las 16.000 hectáreas del Royal
National Park, la más antigua reserva natural de Australia creada
en 1879, ya han sido arrasadas por las llamas y los responsables
del lugar temen ahora que si los vientos avivan el fuego, todo será
cenizas para cuando acabe el fin de semana.
Paralelamente a las labores de los servicios de emergencia, la
policía busca a los responsables de unos 40 de los actuales
incendios. Por su parte, el Gobierno central anunció una donación
de medio millón de dólares para reparar daños, que se suma a otra
cantidad igual destinada por la Administración de Nueva Gales del
Sur. Al menos 12.000 viviendas continúan sin servicio eléctrico y
las autoridades han pedido a los ciudadanos de las zonas afectadas
que se mantengan apartados de los postes de electricidad caídos.
Aunque existían incendios desde hace una semana, el principal foco
surgió en Navidad en las Montañas Azules y se extendió hacia la
costa a una velocidad aproximada de diez kilómetros por hora.
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