Alberto López en el momento de salir de la casa donde yacía el cadáver de su novia. Foto: J.F.M.

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JAVIER JIMÉNEZ-J.FRANCISCO MESTRE «¡Quiero ver a mi hija, por Dios!, ¿No me puedo ir con ella?, se lo suplico». La madre de Sandra González Aguilera se dirigía con estas dramáticas palabras a un empleado de la empresa funeraria que estaba cargando el cadáver de su hija en la furgoneta. Horas antes, a las 10.30 de la mañana, el cuerpo sin vida de la joven fue descubierto en su casa del Coll d'en Rabassa, con el cráneo reventado a golpes. Junto a él se hallaba su novio y presunto asesino, que fue detenido tras intentar suicidarse cortándose las venas y tirándose a un torrente.

La pareja formada por Sandra y Alberto López Rodríguez, de 22 y 25 años, llevaba unos cuatro años de relación y en noviembre se trasladó a vivir en una planta baja de la calle Brunete, que había alquilado hasta marzo. Con anterioridad convivieron unos meses en la casa de los padres de la joven, porque la familia quería que ahorraran dinero y pudieran independizarse. Anteayer por la noche, poco antes de las doce, los vecinos de la calle Brunete escucharon unos fuertes golpes en la planta baja, pero nadie sospechó que se podía tratar de un asesinato, a pesar de que el individuo fue visto saliendo del domicilio, en calzoncillos y dando tumbos. Por tanto, la policía cree que el crimen pudo producirse entre las once y las doce de la noche, es decir, unas 10 horas antes de descubrirse la tragedia.

Los dos jóvenes no habían protagonizado ningún altercado de consideración desde que se trasladaron al Coll d'en Rabassa y el día 31 cenaron con la familia de ella. La alarma, no obstante, ya saltó el miércoles, cuando Sandra no se presentó a comer en casa de sus padres, ni contestó a las llamadas. Ayer, por la mañana, la madre de él llegó a la casa, también preocupada por la ausencia de noticias, y se encontró el cadáver de la chica tendido en el comedor, sobre un gran charco de sangre y con un tremendo golpe en el cráneo. Junto al cadáver había una maza y un pañuelo. La autopsia deberá aclarar si Sandra también fue estrangulada antes de recibir el mazazo.

Alberto confesó a su madre que había matado a Sandra y después se encerró en un cuarto. La mujer, de inmediato, llamó a los padres de la fallecida y les dio un mensaje tan escueto como inquietante: «Venid, ha ocurrido una tragedia». Cuando la familia de Sandra llegó a la planta baja ya se encontraba la policía y el supuesto asesino aún seguía en el domicilio. El individuo fue trasladado en una ambulancia a un hospital, pues presentaba cortes por autolesión en ambas muñecas y heridas en una pierna, ya que por la noche se había arrojado en moto al torrente del Molinar. Al salir custodiado de la casa, la madre de la joven llamó «asesino» a Alberto, al que había acogido en su propia casa meses antes.